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Un poco de memoria Colombia

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Por: Lola Portela

Me agolpan los recuerdos. Unos maravillosos, otros no tanto. No tuve una buena noche. Tal vez mi día estuvo cargado de emociones, entre ellas la muerte de don Luis Pinchao, el señor padre de Jhon Fran Pinchao.

Sí, ya sé, Fran es con K, pero este nombre no. Se escribe así, como le sonó a este par de viejos que formó la familia Pinchao Blanco, para registrar y bautizar a su único muchacho y su último hijo, ese varón que, años después, decidió decirle al país: Dios y Patria.

¿Por qué escribo estas líneas? Para hacerle memoria a un país que adolece de eso. ¿Quién es don Luis Pinchao? Sé que muchos no saben y otros no recuerdan.

Y es que Don Luis Pinchao merece estás y muchas más líneas. Es un hombre de cuna humilde y rico de corazón. Que acabó muchas zapatillas recorriendo, a pie, ese país secuestrando, durante décadas, por la guerrilla de la FARC.

Sí, Don Luis tuvo ese coraje de desgastar sus pies, su propia salud por ustedes colombianos. Él no marchó solo por la libertad de su único hijo varón. Él marchó por su familia, por la suya y la mía. Así pensaba este hermoso viejo.

Este hombre de origen campesino, fue el padre de uno de los héroes de esa Colombia que duele, y digo fue porque hoy el cielo aplaude su heróica llegada.

Para quienes no saben, o ya olvidaron, les recuerdo que Jhon Fran Pinchao fue el único policía que, después de casi 7 años de secuestro, logró escapársele a los guerrilleros de las FARC. Este hombre pequeño de estatura, como don Luis, su padre, tiene todo de valiente guerrero, como su viejo. Pinchao estuvo en la selva sobreviviendo durante 18 días, enfrentando la muerte y buscando ser libre, para volver a los suyos. Es el mismo que les dijo en vivo y en directo: guerrilleros HP. Y es que, con el perdón de ustedes, no merecen más.

Sin embargo, su papá: ese hombre con pantalones bien puestos, no paró y siguió, por años, sus marcas y caminatas de libertad. ¿Cómo no hacerlo señora periodista? Me respondió un día, si aún hay gente secuestrada. Y hay que apoyar, acompañar al resto de familias. Ese fue Don Luis. Así pensó por años.

Creo que ese esfuerzo físico y frustración desgastó y agotó su salud, como la de muchos familiares víctimas del secuestro, que luego somatizaron tanto dolor.

Sin duda, el secuestro es un miserable delito que obliga a muchos colombianos a estar lejos de su país, de los nuestros porque desafortunadamente sigue vigente y más activo que nunca en Colombia.

En honor a esa memoria histórica, Colombia debe trabajar por sacar una ley que castigue realmente el secuestro. “NO MÁS”, dijimos todos un día en una marcha, un 4 de febrero, pero de qué sirvió, esa romería de gente con camiseta y pañuelos blancos. Sí, el secuestro sigue, pero ya muchos secuestrados están en el olvido y sólo son vigentes en el dolor de sus familiares. Los delincuentes llaman “retener”, pero realmente secuestran su víctima y al resto de familiares. Esa nefasta experiencia cambia vidas para siempre y a muchos la paranoia, el miedo no les permite vivir tranquilamente jamás.

Señores y señoras, el país donde nacieron y han muerto tantos valientes, tantos inocentes, ha perdonado mucho. Demasiado creo yo.

Por eso hago esta reflexión, porque considero que es hora de dar por terminado el secuestro. Sé que el presidente Iván Duque sí tiene los pantalones para proponer y sancionar la Cadena Perpetua para Secuestradores o la pena de muerte, ¿por qué no? Sin temor de ser juzgados por “violar derechos humanos”, ¿Acaso el delincuente tiene más derechos que un ciudadano de bien?

Colombia necesita erradicar de una vez por todas tanta permisividad. Y la Cadena Perpetua al Secuestro, estoy segura será un gran avance.

Por fin sacaron la ley que condena, de por vida, a los violadores de niños, pero les falta reglamentar que esas lacras sociales trabajen, ojalá forzosamente, para sostener, sin los impuestos de sus víctimas, su humanidad despojada de sentimientos buenos.

Por su puesto, la mayoría en Colombia vive otra realidad, por algo dicen que es “el país más feliz del mundo”. Para mí, como periodista, es y será el país que más ha llorado, entre otros delitos, por el secuestro y las desapariciones forzadas.

No puedo dar el abrazo, que me gustaría darles, a la esposa e hijos de Don Luis, pero con amor les digo: gracias por ese papá y esposo que nos enseñó tanto de solidaridad.

¡Bendiciones país permisivo y sin memoria!.