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Los niños de Dios están en peligro

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Después de esa dura pelea, con las élites invisibles, finalmente Sonido de Libertad está en muchos cines. Y llegó a Latinoamérica, pero aún faltan muchos países.

Fui a verla, en familia. Y durante la función, en medio del silencio, se escuchaba llanto, maldiciones a los pederastas. Al final hubo aplausos.

Sin embargo, salimos con la impotencia de saber que el problema de la trata sexual de niños, es mucho más grave de lo que muestra la película. 

Claro es un gran esfuerzo, que pone en la agenda política el tema y en alerta a muchos padres de familia, que son tranquilos y hasta muy confiados con sus hijos. 

La película Sonido de Libertad, recientemente nos aterriza en esa realidad, de la que muchos no hablan: el tráfico sexual y la prostitución infantil, que por desgracia no sólo es pan diario en ciudades turísticas como Cartagena de Indias, en Colombia. Es un tema que se vive en regiones con alta pobreza, corrupción, desempleo, narcotráfico, flagelos sociales que hasta conllevan a ver como  “normal” la prostitución infantil.

Un delito tan grave, que ni la pena muerte lo repara.  Y sobre esto me quedé pensando, al escuchar hace poco las palabras de un funcionario sobre la exitosa operación, realizada en un lugar donde la mayoría de prostitutas eran menores de edad: “ahora trabajaremos por restituir sus derechos”. Me pregunto ¿esa vaina cómo se hace? 

Y es que, en verdad, es imposible devolverle a un niño o niña violada. su inocencia.  El daño a su integridad, el sentirse objetos, el perder su identidad. Eso lo muestra claramente la película cuando Miguelito, le dice al investigador que se llama “osito Teddy”.

Me imagino que Dios debe estar dolido con esta maldad, tan animal, de mentes tan enfermas y oscuras. Seres de una sociedad sin valores morales, donde lo único valioso es satisfacer sus bajos y miserables  instintos, todo porque se sienten con el poder y el dinero, para hacer lo ilegal y  “comprar o vender a un menor de edad”, una criatura pura, preciosa, digna de cuidados y no de ningún maltrato. Entendí entonces que hay una misión y un propósito en esta película. 

Al salir, pensé en la vergüenza que me da, por muchos motivos, el ser colombiana. Un país donde, además, lesionan vilmente a muchos niños propios y extraños, al punto de ser inspiración de estos cineastas con “cojones” para mostrarle al mundo la realidad que intentan ignorar y ocultar muchos, porque viven inmersos en ese negro universo. 

Pensé, que desde los gobiernos locales, regionales y mundiales  tampoco se hace nada por los niños y niñas utilizados para pedir plata en las esquinas, para trabajar como mendigos. Niños. muchas veces, vendidos, comercializados por sus propias familias,  para tal fin, o para saciar los deseos sexuales de adultos, ricos y pobres, que se identifican con “otros géneros”. 

Todos  se aprovechan de la inocencia de los menores de edad. 

Y allí, comprendí lo podrida que está la sociedad. Sentí asco por esa violencia en nuestro entorno que genera odio, temor, desestabilización emocional y muerte. Sí, muchos niños son desmembrados, después de usarlos sexualmente, comercializan sus órganos. Otros  son víctimas de ritos satánicos y hasta se los comen. Por eso, Sonidos de Libertad es una pequeña muestra de la maldad humana.

En el filme, Sonido de Libertad, no podía estar ausente la realidad de  las guerrillas colombianas. Esas que cultivan y hasta procesan la coca. La producción de alcaloides fue referenciada, en este caso, entre Cauca y Nariño, con el agravante de un testimonio real sobre cómo en varias zonas es  imposible el ingreso de la  Fuerza Pública, como garante de la seguridad y soberanía en ciertos sectores del territorio colombiano.  

Colombia tiene también el sello negro, en derechos humanos,  por la incorporación de menores en las filas de las guerrillas. Y ninguna se salva de este delito, aunque el actual gobierno, no diga, ni proceda al respecto. Entregar a los niños y los jóvenes menores de edad, debió ser una condición, innegociable, inaplazable, antes de sentarse a hablar de su tal Paz Total.  

A nuestros niños y jóvenes en los territorios los engañan. Los sacan del campo y se los llevan a las montañas. También es cierto que, a veces, al no conocer otra autoridad territorial, más que la de los delincuentes, terminan por seguir ese rumbo. Por eso varios entran a sus filas, son entrenados, les enseñan a matar, los utilizan como carne de cañón de la maldita guerra, sin sentido. A las mujercitas las usan sexualmente y si quedan embarazadas las hacen abortar, ¿cuántas historias repetidas, sobre lo mismo tiene Colombia?. Por allí debería iniciar la Paz. 

Y con el propósito de justificar y volver legal la pederastia, vemos el bombardeo ideológico mundial. ¿Acaso la sexualidad, mal entendida, significa que nuestros niños deben ser confundidos al punto de enseñarles que:  “no se nace hombre ni mujer”?

También es nuestra responsabilidad conocer sobre la mala influencia de las redes sociales, sobre el peligro de la prostitución infantil virtual. Allí también está al acecho el enemigo de los niños.   

América Latina es unos de los referentes donde más se presenta este tipo de delitos, en cuanto a la trata de niños, utilizándolos  para trabajo forzado y sexualmente. Es cierto, hay estudios, investigaciones y reportes con cifras, pero ¿qué se está haciendo realmente por cambiar la situación de los niños? 

Es hora de entender que para  inescrupulosos delincuentes es un mero negocio. Los niños  les  generan 20 más dinero que vender una papeleta como narcotraficantes. Mientras un pequeño, de estos, es violado hasta 10 veces diariamente. Así lo enrostra “Sonidos de Libertad”.

Sin duda, es un llamado del cielo a los valientes, a las personas que aún tienen un corazón y una mente sana, pero también una reflexión para quienes desviaron el camino porque Los Niños de Dios no Están a la Venta.    

Y a usted que lee estas líneas, le pregunto ¿y si fuera su hija, su hijo o un familiar? ¿Sí le robaran sus hijos y se los llevaran a otro país, como en la película de Honduras a Colombia? ¿Si un día su hijo no llegara del colegio? ¿Usted qué haría? Por lo menos, ayúdemos a visibilizar el tema y a cuidar a los niños de su entorno. 

“El camino puede ser difícil, pero con su ayuda y la de Dios lo podemos lograr”.  Sólo así escucharemos el sonido de la libertad de los niños.