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Decir la verdad, no es oposición, es un derecho

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Por Lola Portela

¿Será que Colombia prefiere la mentira, lo oculto o hacer que no ve, ni escucha?

Esos fueron los interrogantes que surgieron cuando escuché a Gustavo Petro, el presidente de Colombia: juzgar, atacar y señalar a la prensa, a los medios de comunicación por: investigar y mostrar la verdad de los hechos. Ese duro discurso, ante sus seguidores, fue más que una arremetida a la prensa del país; una censura puntalmente a la revista colombiana SEMANA.

Cuando un gobierno activa esta acción, no inocente, en su discurso, tiene el propósito de señalar y lesionar la credibilidad, de los medios, para evitar que las masas conozcan la real situación, ya sea en materia de orden público y que se hagan críticas al régimen político, y así homogeneizar (nivelar, igualar) la opinión pública.

Y entonces, me devolví en el tiempo. Era apenas una niña; vivía en Chile, allí crecí. Y poco o nada entendía entonces de política, pero ayer, al escuchar en directo al presidente electo del país donde nací, evoqué ese mismo miedo que sentí entonces, pues ya soñaba con ser periodista.

Fue en la mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando el Bando Nº1 ordenó a los medios “proclives a la Unidad Popular” suspender sus actividades informativas y los clausuró. Al tiempo que confiscó sus bienes, deteniendo y exiliando a sus funcionarios.

De esa manera, publicaciones como: El Siglo, Clarín, Puro Chile, Las Noticias de Última Hora, Punto Final y El Rebelde salieron de circulación, pero entraron al circuito clandestino. Y aquellos medios que fueron autorizados para circular, desde entonces funcionaron bajo censura previa, con intervención y manipulación de sus contenidos.

A mediados de los setenta comenzaron a aparecer los primeros medios escritos opositores a la dictadura, APSI, Hoy y Análisis. De estos, los dos últimos debieron buscar el permiso de la Junta Militar la cual, según el Bando Nº107 del 11 marzo de 1977, tenía la facultad de autorizar la apertura de un nuevo medio de comunicación. Esos medios debían mantener un sistema estable de impresión, distribución y financiamiento; era muy difícil en este contexto para el periodismo alternativo, pues no tenían publicidad y dependían de créditos la gran mayoría.

Por el ambiente político del país todo se convirtió en un desafío. Ahora pienso en el reto que vivieron para mantener en funcionamiento esas publicaciones: sortear la censura previa de noticias y opiniones, el embargo y la ridiculización de las investigaciones, el castigo social por hacerlas, la intimidación privada, el cierre de sus oficinas y las amenazas sobre la integridad física.

Recuerdo que el primer objetivo de estas publicaciones era denunciar las violaciones a los derechos humanos que ocurrieron durante la dictadura e instalar en el debate público la inexistencia de la libertad de prensa.

Además de los medios de carácter político, se censuraba hasta las publicaciones y lecturas de la Biblia o lo que en Colombia llaman la hoja parroquial de la Iglesia Católica.

La censura también afectaba a revistas literarias y musicales tales como La Bicicleta y Pluma y Pincel, nacidas bajo el alero del fuerte movimiento cultural que intentaba desarrollarse en las universidades como alternativa de expresión frente a la ilegalidad de la militancia política.

Sí, crecí, y entendí que no tenía esa libertad. Y eso era lo que admiraba de Colombia. En mi patria de nacimiento había DEMOCRACIA y soñaba con tenerla. Eran maravillosos mis días cuando venía a Colombia y disfrutaba, sin miedo, de leer lo que fuera. Hasta a García Márquez.

Alguna vez, en la Universidad Sergio Arboleda, publiqué sobre mi experiencia de ser censurada y castigada, en mi colegio, siendo una niña, por estar leyendo “100 años de Soledad”, del Gabo. https://www.usergioarboleda.edu.co/sergiointeractivo/uncategorized/adios-a-gabo/

Por eso, me identifico como IRREVERENTE ¿Qué significa ser una persona irreverente?  Es sencillo los periodistas irreverentes somos; contestatarios, rebeldes y hasta cuestionamos las convenciones y los moldes sociales impuestos. Un verdadero periodista irreverente no siente que debe guardar respeto alguno hacia políticos, funcionarios del Estado o agentes del orden público, nuestra consigna es y será siempre: investigar y decir LA VERDAD. Así en ello caiga hasta la misma madre nuestra.

Los IRREVERENTES, que somos muchos, creemos en la libertad de prensa y no le vendemos nuestra pluma, ni el alma al diablo, pues esa se la entregamos a Dios.

Y es que reitero que: sin leer y releer, sin experiencia, ¡pa no tragar entero! no somos nada, pues esto de las letras, del periodismo, de plasmar con imágenes momentos y ser capaces de echar el cuento bien, se debe llevar en la sangre, pues es labor de todos los días.

El periodista irreverente, como muchos en Colombia, amanece y anochece indagando, investigando, por eso es para machos, pues la verdad no tiene color político, ni puede casarse con ideologías, pues si lo hace, no es libre, no es irreverente.