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Sin vergüenza, sin pena y con muchas glorias

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Por Lola Portela

El escándalo del Gobierno Petro pasará a la historia judicial, como lo bautizaron: Proceso 15000. Y aunque ya traten de minimizarlo diciendo que es asunto de borracheras, drogas y locura de poder, lo cierto es que no se compara con otro, aunque evoca el Proceso 8000 de Colombia, y algunos de sus protagonistas están hasta vinculados con el Caso Odebrecht, otro de los procesos más representativos de la corrupción en América Latina.

En el Proceso 8000, el entonces presidente Ernesto Samper, decía que esas declaraciones que lo incriminaban eran “conspiraciones en su contra”, pero todo cambió cuando el tesorero de campaña, Santiago Medina, confesó la entrada de dineros ilícitos a la campaña presidencial. ¿Les parece conocido?

Samper negó siempre su participación. Sin embargo, se inició un largo proceso en el que, semana tras semana, las pruebas sobre dicha financiación eran más y más numerosas. La presión pública llevó a solicitar la apertura de un proceso de investigación, cuyos primeros resultados mostraron claramente que todo el cuadro directivo, de la campaña Samper Presidente, estaba relacionada con dicha financiación y cercanía con los narcotraficantes, del cartel de Cali.

Y así, terminó comprometido hasta el coordinador de la campaña, Fernando Botero Zea, y el propio Santiago Medina, “quienes recibieron, guardaron, manejaron y utilizaron el dinero en provecho de la campaña, y hasta en uso propio”. La investigación arrojó que también estaban salpicados parlamentarios de distintos partidos involucrados con la campaña, y fueron igualmente vinculados al proceso.

Esa tormenta política ocasionó reacciones de todo tipo y en el exterior la imagen del país se vio muy deteriorada. Fueron cuatro años en los que Estados Unidos descertificó al país en materia de lucha contra la droga, y los señalamientos al gobierno de Samper no se hicieron esperar. Uno de los puntos más importantes dentro de la coyuntura, por la investigación de esa campaña presidencial, fue el momento cuando el gobierno de Estados Unidos, el 1 de julio de 1996, canceló la visa de entrada a ese país del presidente Ernesto Samper.

Vergüenza debería darles, no les da ni pena. Sin embargo, siguen en el poder y hasta se echan glorias. Los de ahora culpan a la derecha, a la oposición; al perro y hasta la vaca de sus errores.

Por eso, vimos que con aplausos recibieron al Presidente Petro al iniciar el Consejo de Ministros, en medio de la crisis de gobierno que vive Colombia, y que dos de los suyos les armó.

Claro, es la forma de decir al país y al mundo: la cobija está sucia, pero nos arropamos con la misma colcha. Finalmente, Petro es su mesías, su líder y quien los nombró en tan inmerecido cargo, por la dignidad que representa gobernar una nación, un país. 

Así mismo, es importante contextualizar, hilar los hechos; esta implosión de la Casa de Nariño, en el Gobierno del Cambio, se inició desde mucho antes y es como un huracán que ha ido creciendo.

Nadie desconoce y olvida la forma mañosa, cargada de mentiras y con estrategia de bodegueros con que el gobierno Gustavo Petro llegó al poder, en Colombia. 

Todo comenzó orquestando y armando un enorme caos. El desmadre social del 2019, que aplazaron por la Pandemia, pero que, aún en medio del Bicho del 19, continuaron en el 2021.  Utilizando a jóvenes colombianos, quienes, con certeza, le creyeron el cuento del Cambio a Gustavo Bolívar y a Petro.

Y es que la “necesidad tiene cara de perro”, y bien bravo. Muchos de esos jóvenes, ni supieron qué carajo hacían allí. Simplemente acompañaban al “parcero líder”. Ese sí sabía, dónde ponían las garzas; de dónde venía el dinero con que les pagaban y sostenían, mientras se “tomaban ciudades, carreteras y al pueblo” e intimidaban a su paso. Recuerdo también el olor y la cantidad de mariguana que viajaba de extremo a extremo, en las tales marchas.

La verdad muchos creyeron en el romántico cuento del Cambio; les sucedió a artistas, docentes y hasta convencieron algunas iglesias cristianas. También cayeron, en esa verborrea, algunos colombianos cansados de la misma “apestada y corrupta politiquería”. Ese es el cáncer que carcome y ha llevado a la sociedad a la miseria.

Los hechos de politiquería y corrupción en Colombia no son nuevos, pero los ocurridos en los últimos años son más sofisticados y planificados entre los politiqueros que ejercen el cargo para el cual fueron elegidos por una parte del pueblo.

Son muchos los funcionarios corruptos y ladrones de cuello blanco, que se han identificado en varios países y en Colombia. Ellos son nombrados por cuota burocrática, sin tener experiencia, en cargos claves para el desarrollo del país, pero que, desde diferentes entidades del Estado, pueden facilitar el robo de los dineros y los bienes que le pertenecen al pueblo. También desde allí sustraen, con guantes de seda o con “nuevas” políticas de Estado, y así conllevan naciones al detrimento de la economía, y a destruir lo construido. 

Y es que Colombia también es un país políticamente colmado de burocracia corrupta, donde quien llega al poder hasta abusa, toma incluso los bienes institucionales, como propios. Y “de malas”, como dice la Vicepresidenta, pues no pasa nada.

Si hablamos de violaciones a los topes de campaña, muchos también lo han hecho. Y, triste decirlo, pero tampoco pasa nada en Colombia. Y no sucederá entre tanto no se dé esa limpieza interna, hasta que el Consejo Nacional Electoral, CNE, de Colombia, se sienta presionado y cumpla con su deber de actuar de manera independiente, ágil y transparente con respecto a los eventos de las últimas elecciones. El país no confía, no cree en la autonomía e independencia de esta corporación y de la Registraduría. Sin embargo, la responsabilidad y el futuro de la política colombiana, está en la cancha del CNE.

Los mecanismos de control existen, como por ejemplo la Moción de Censura, pero es sólo una figura. Lo hemos visto: ese control político que hace el Congreso de la República (Senado o Cámara) a ministros, superintendentes o directores de departamentos administrativos, no sirve tampoco para nada, aunque esté previsto tanto en la Constitución Política, como el reglamento del Congreso, pues se despachan en eternas horas de acusaciones, evidencias de mala gestión, trapitos al sol, pero al final “el citado” a ese proceso hasta se burla, y luego de culpar a todos, por no permitirle trabajar, sale airoso y echándose: más glorias.

La última “novela” se inició con un robo doméstico, pero que no se sabe cuánto era, ni su procedencia, mucho menos para dónde iba. Lo raro es que, a ese embrollo, le dieron tinte; lío de Estado y hasta hablaron de seguridad nacional. Tal vez, por los secretos que nos van contando.

Eso supimos del polígrafo, sin proceso judicial, y chuzadas vinculadas al Clan del Golfo. Además, la fresa que le faltaba al pastel fueron unos audios, que le muestran al país y al mundo, lo ruin, mezquino y malévolo de la política que nos gobierna en Colombia. (En el proceso 8000 fueron narco-casetes)

Esto no es un golpe blando, como dice el presidente del Pacto Histórico. Es un duro golpe que el mismo gobierno se propinó y por la misma clase de miembros que lo integra.

Algunos hasta volaron a poner denuncias ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes para que: “se investigue posible comisión de delitos relacionados con financiación ilegal de la campaña presidencial de Petro (posiblemente dineros del narcotráfico)”, según dijo Federico Gutiérrez. 

Y muchos le piden a la Fiscalía el respaldo institucional para investigar a fondo a Benedetti, Sarabia y al gerente de campaña Ricardo Roa, hoy presidente de Ecopetrol y gran amigo del Presidente Petro.

Con todos esos hechos juntos no sólo Colombia estaría gobernado por un gobierno ilegítimo, sino ilegal. Y es que, según dicen los expertos, en leyes, los audios de Benedetti mencionan los siguientes presuntos delitos:

•Extorsión, Fraude electoral, Constreñimiento ilegal, Favorecimiento, Amenazas, Cohecho, Falsedad, Tráfico de influencias, Lavado de activos

La polémica alrededor de Armando Benedetti y Laura Sarabia tomó muy pronto una trascendencia internacional. No es un tema de casa. Son hechos muy delicados y que hasta involucran a la región latina.

Por eso Estados Unidos le abriría las puertas al exembajador de Colombia en Venezuela, a través de una invitación de la congresista republicana María Elvira Salazar, para que brinde detalles de cómo llegó el presidente Gustavo Petro al poder; lo hará luego de los reveladores audios publicados por el medio colombiano SEMANA, en los que hizo referencia a la entrada de los 15.000 millones de pesos de dudosa procedencia a la campaña del líder del Pacto Histórico. Falta ver si acepta, por lo que eso implica en su vida personal.

Las preguntas de la opinión pública, del colombiano de a pie son muchas: ¿Será que con el proceso 15000 pasará igual que con el 8000: nada? ¿Será que con esto “los nadies y las nadies” despertarán, o seguirán culpado a otros, mientras los toman como idiotas útiles sus verdugos?  ¿Qué consecuencias adicionales traerá el desgobierno; la inseguridad para el país? ¿De cuánto más se enterará el país? ¿Hasta dónde aguantará Colombia? ¿Y si Petro se fuera, por las circunstancias, quién lo reemplazaría?