Siempre será una experiencia maravillosa el poder compartir lo que significa el periodismo, visto con responsabilidad frente al deber de construir opinión pública.
Tener claro que lo importante no es un nombre, ser recocidas, “famosas”, eso es efímero.
Lo realmente valioso es la humildad interna de cada uno, donde la altivez debe menguar hasta que nada quede, pues de ello depende el cómo miramos al otro, el cómo nos ponemos en sus zapatos. El cómo logramos servir a los demás, pues para mí, eso debe ser el periodismo.
Es fundamental saber que esta hermosa profesión nos permite transformar seres, sociedades, pero debe ser desde la verdad, desde el amor por el otro.
En este trasegar profesional debemos confrontar los hechos, mostrar el contexto del momento, por eso nos implica indagar, estudiar, analizar, pues no es de profesionales “tragar entero”. Y la inmediatez de los medios, nos debe obligar a leer, leer y volver a leer ¡siempre!
El verdadero periodismo implica adaptarnos a los cambios, ser valientes, y vaya qué hay guerreras en nuestro gremio, como cada una de esas mujeres con las cuales tuve el honor de encontrarme en la Orinoquía, colombiana. Ellas son mujeres que hacen periodismo local. El periodista regional es el primero que prende la luz que muchas veces síguenos, a través de los medios nacionales e internacionales.
En la vida del periodista, como en la del político, no cabe el desconocimiento, y es que como dijo: Oriana Fallaci: “No se puede gobernar, no se puede administrar, con un ignorante”. Y, me permito agregar: tampoco podemos dejarnos dominar por la rabia y el orgullo, pues eso es propio de tiranos, que siempre nos llevan a las guerras (unas internas, otras externas). Para quienes no lo saben Oriana Fallaci es cuna de mi inspiración, desde niña la leí y es la razón por la que tomé la ruta del periodismo de guerra, del periodismo social-político en mi profesión.
Y ese contexto en mi caminar, de más de tres décadas, entendí que ser periodista también implica estar dispuestos a la innovación e incluso a desaprender, para “darle espacio a la memoria”, al “disco duro “y reaprender cada día.
Y es que mi generación pasó vertiginosamente de la máquina de escribir a la era de las tecnologías. Donde lo que ayer que era nuevo, mañana ya es viejo. Estar actualizados y ser profesionales reales, en medio de las carreras propias fue y es el gran reto. Por supuesto sin perder la esencia: los valores, nuestros principios.
En este ejercicio profesional he visto, con dolor, como “la fama” cambia, cómo el vender la conciencia acaba con la libertad, pues contamina las frases, cada palabra e imagen que emiten quienes empañan de esa forma a la sociedad. En mi trasegar profesional hay un héroe que me encamina, que pone el orden: Dios. Sin Él no soy… Lola Portela
