Inicio NACIONAL Hoy Salí, Por Lola Portela

Hoy Salí, Por Lola Portela

421
0

Sí, hoy salí, luego de cuatro días de encierro, por un toque de queda total, caminé durante una hora hasta llegar al pueblo cercano.

En el sendero de verde campo me encontré con una pareja maravillosa, muy amistosa, únicos, como cientos de seres que la vida me ha regalado.

Así empezó mi nueva experiencia modo COVIC 19.  Dialogamos y nos reímos como niños, eso sí manteniendo la distancia, identificamos temas y gustos en común, compartimos números de celulares y nos despedimos con los puños. Solo mirándonos a los ojos, con una mirada sincera. Sin estar muy cerca, los sentí de los míos. Y seguro nos volveremos a encontrar para caminar por esos bellos senderos. Porque la naturaleza aquí nos lo permite, a pesar de este distanciamiento social que debemos mantener.

Y es que donde estoy ahora, no hay CORONAVIRUS, por eso el aislamiento es preventivo, pero bien extremo y se notó más claramente cuando llegué al pueblo. Allí, me recibieron con muchas sabías restricciones: las mujeres y los hombres salimos en días diferentes. Yo y unas pocas no lo sabíamos, hoy era día de solo hombres. Los lunes, miércoles y jueves es, a partir de hoy, para nosotras.

Como no tenía derecho a estar en el pueblo, me identifiqué y expliqué los motivos de fuerza mayor (no teníamos ya víveres… Y como supe que desde mañana las normas serán aún más estrictas debí bajar, a resolver también temas económicos)  para mi seguridad y tranquilidad me escoltó uno de nuestros héroes: un policía muy amable y en algunos lugares, tuve que esperar que me comprara los productos: un hombre. Me sentí segura, fue una sensación hermosa de protección.

También me sentí observada, a ratos juzgada (cómo salió hoy)  y en otros momentos admirada. No faltó la mirada coqueta, el piropo bonito y el gesto cortés de los caballeros, que me dieron el paso.

Pero créanme, como periodista, por momentos, me volví a sentir en plena guerra. El ambiente era tenso, los almacenes y negocios estaban cerrados; donde vendían víveres solo se entra con el documento y firmando, además de decir lo que se compraría. De esta manera, no entras si el producto no lo hay. Donde venden frutas y verduras los precios ya son costosos y soportados, a las autoridades de control, contra la factura que llegó el producto al almacén de Cadena.  Para tomar el producto NO puedes quitarte los guantes, los empleados limpian el lugar permanentemente.

En la calle sentí la presencia sigilosa del virus que ataca a nuestro planeta.

Yo observaba todo en profundo silencio, no había abuelos, ni niños. Se me formó  un taco en mi garganta y mis ojos se llenaron de tristeza, manifiesta en lágrimas, que se salieron solas… No había sonrisas, ni música, no había ruido. En los rostros todos teníamos tapaboca, gafas y en las manos guantes.

Al entrar a cada sitio te limpian los zapatos con un líquido, al pagar el dinero o la tarjeta la limpian con vinagre y limpiado, antes de ponerlo en las cajas, o en el datáfono. Al subirte a un taxi autorizado te limpian también los zapatos y si no tienes guantes y tapaboca no puedes subirte, te ponen líquido en tus guantes y también rocían el vehículo para que te impregne en tu ropa y solo en ese momento te dice el conductor ¿a dónde debo llevarte?

Ya en el vehículo, recorriendo el pueblo para salir a casa, mi mirada se perdía al observar por la ventana las calles vacías, nadie en las ventanas, nadie en las puertas. Antes era un pueblo turístico, ahora es un pueblo fantasma, pero gloria a Dios y a toda está estrategia no tenemos CORONAVIRUS.

Aquí se tomaron en serio esta guerra del bicho, que nos aisló socialmente y nos acercó a nosotros mismos y a los nuestros, así sea, como en mi caso, a través de una pantalla, un chat o este escrito.

Volví a mi soledad y les confieso, en silencio lloré, para sacar el choque de ver cómo estamos cambiando.

Creo  que solo nos resta comer poco, para ahorrar los alimentos, pues esto va para largo; disfrutar la pureza de la naturaleza que nos rodee, como en mi caso; a quienes nos guste escribir y escribir muchas líneas, que nos permitirán ordenar sentimientos. Y darle ese primer lugar al Dios del cielo quien con certeza nos cuida y sacará de esto.