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¿Qué podría enterrar al Centro Democrático?

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Por Lola Portela

El partido que fue sinónimo de liderazgo, coherencia y seguridad atraviesa su hora más oscura: confusión interna, desconexión con su base y riesgo de irrelevancia política.

Por años, el Centro Democrático encarnó la esperanza de millones de colombianos que defendían tres pilares esenciales del Estado: seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista. Bajo el liderazgo de Álvaro Uribe Vélez, el partido se consolidó como la principal fuerza opositora y un referente de orden y firmeza frente al populismo. Sin embargo, hoy esa identidad parece desdibujarse en medio de ruidos internos que amenazan con hacerlo desaparecer del mapa político.

Un proceso agotador y un vacío difícil de llenar

El país observa con desconcierto cómo el uribismo se ha enredado en un largo y desgastante proceso para definir su candidato presidencial de 2026. En este lapso, Colombia ha sufrido duros golpes: entre ellos, el asesinato de Miguel Uribe Turbay, un crimen perpetrado por el terrorismo que puso a prueba el carácter y la cohesión del partido.

Miguel Uribe Turbay, considerado por muchos el único precandidato con verdadero respaldo del expresidente Uribe, representaba una opción de renovación moderada. Su pérdida no solo fue una tragedia humana, sino también un golpe político devastador. Sin embargo, hay que decirlo, Miguel Uribe Turbay no era aceptado por todo el Centro Democratico, poque no era el candidato más preparado, ni extructurado para ocupar la Casa de Nariño, “aún le faltaba”. Y también es cierto que la solidaridad frente al atentado lo catapultó y visibilizó como el líder, y se llegó concluír que si se “salvaba”, sería el candidato único del partido. Así también lo decidieron e informaron sus compañeros del Partido, que hasta detuvieron sus campañas.

Ahora bien, más de un año después de iniciarse la definición del candidato, escuchamos a Miguel Uribe Londoño, padre del asesinado precanditato, quien tomó esas banderas, decir en medios de comunicación que no hay claridad ni consenso para la elección, cuando la realidad es otra, porque hasta fecha y empresa hay definida. ¿Acaso la estrategia del señor Uribe Londoño es divide y reinarás?

Y es que los candidatos, en común acuerdo, definieron la fecha, 28 de noviembre, en la que se notificará al país quién será el candidato del partido a la Presidencia. Se supo que fue una decisión unánime y consensuada. Una noticia que estaba esperando no solo el uribismo, sino el país. Desde meses atrás, también se venía hablando de que el mecanismo de elección del candidato sería a través de una encuesta y, antes del atentado a Miguel, se había contemplado la posibilidad de que fuera una encuestadora internacional ajena a la dinámica política colombiana.

Las bases contra las élites

Aún más preocupante que la indefinición es la desconexión entre la base uribista y sus élites. Tres figuras —Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Paola Holguín— encarnan la defensa más coherente del ideario original: la seguridad, la justicia, la soberanía y los valores tradicionales. Sin embargo, lejos de ser fortalecidas, estas líderes han sido relegadas por los círculos más cercanos al expresidente Uribe, que parecen temer su independencia y claridad ideológica.

El fantasma de otro “experimento Duque”

El uribismo corre el riesgo de repetir su error más costoso: imponer un candidato ajeno a su esencia. La eventual postulación de Juan Carlos Pinzón, con antecedentes santistas y un discurso tecnocrático, sería vista como una traición por la base militante. La historia advierte lo que ocurre cuando el partido elige moderación por cálculo: pierde identidad y credibilidad.

Si el expresidente Álvaro Uribe decide apostar nuevamente por un nombre “a dedo”, o por figuras como Miguel Uribe Londoño, sin estructura política ni conexión real con el país, el resultado podría ser un colapso definitivo. ¿Será que le gana el machismo a la derecha de Colombia?,

Tal vez les cuesta entender que en política las mujeres tienen ventajas. Un ejemplo es Sanae Takaichi quien ahora es la primera mujer en gobernar Japón, asumiendo el cargo de primera ministra en octubre de 2025 tras ser aprobada por el parlamento. Y veremos Takaichi como supera los desafíos de una economía estancada y el envejecimiento de la población. Claro en Colombia son muchos y graves esos retos, pero tenemos una líder que se impone. 

La opción de la coherencia: María Fernanda Cabal

En medio de la confusión, María Fernanda Cabal emerge como la voz más firme del uribismo auténtico. Su discurso, sin ambigüedades, conecta con sectores golpeados por la inseguridad, con empresarios asfixiados por la incertidumbre, con los pacientes que piden a gritos atención médica, y con ciudadanos que sienten que el Estado ha cedido terreno al caos.
Marginalizarla sería el error definitivo: Cabal representa un fuerte vínculo entre el partido y su base social más leal.

Un punto de no retorno

La historia política no da segundas oportunidades. Si el Centro Democrático se equivoca en 2026, no habrá tercera. Un partido que renuncia a sus principios para agradar al consenso progresista está condenado a diluirse.

En este momento tan delicado, Colombia necesita una oposición valiente, clara y con identidad, no una fuerza temerosa de defender lo que cree. Si el Centro Democrático traiciona su esencia, hasta “Tigres y gatos” comerán de lo cultivado por años. Y, No solo perderá una elección: perderá su razón de existir.