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El poder en manos incorrectas: abuso

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Por Lola Portela

Esta historia “de un robo” nos tiene que doler a todos. Especialmente a quienes valoramos las nanas o niñeras que nos respaldan en casa, cuando debemos trabajar, y nos apoyamos en esas “secretarias del hogar”, como en lo personal les llamo.

Es el desgarrador relato de Marelbys Meza, quien le cuenta a la revista Semana, cómo fue tratada y sometida a amenazas y presiones, tras la pérdida de un maletín que contenía una gran suma de dinero. Esta mujer fue la niñera del hijo de Laura Sarabia, la jefa de Gabinete de Gustavo Petro.

La consideraron sospechosa y la trataron como culpable, pero sin juicio alguno. El estrado acusador fue un sótano, situado al frente de la Casa de Nariño: Marelbys Meza señala que sobre las dos de la tarde del 30 de enero, fue sometida a lo que sería una “prueba de polígrafo”, para comprobar su inocencia.

El testimonio de Marelbys narra que el conductor de confianza de Laura Sarabia, Harold Rondón, conductor de la Unidad Nacional de Protección (UNP) recogió a la exniñera en la puerta de su casa, y posteriormente fue trasladada a lo que sería el lugar donde se realizaría el estudio, donde extrañamente no le solicitaron ningún documento para su ingreso.

Esto demuestra lo qué pueden llegar a hacer, con el poder, cuando llega a manos de quienes no respetan los procesos legales y judiciales del país, ni los derechos humanos individuales e internacionales establecidos para todas las personas, independiente de su clase social, raza, credo o nacionalidad.

El abuso de poder es un delito que contempla el Código Penal de Colombia en el Artículo 416, y que dice que: “son acciones que comete la administración pública o algunos de sus organismos, al extralimitarse en el ejercicio de las facultades que le son propias, en perjuicio de los particulares”. Y es que el poder no se puede extralimitar porque se convierte en delito, como en este caso, cuando una persona se aprovecha de otra que está en una situación de subordinación con respecto a ella, gracias a su cargo superior y a sus atribuciones.

Los defensores de derechos humanos nacionales e internacionales deben procurar que se le brinde las garantías y la protección necesarias a Marelbys Meza, pues ya le violaron varios de sus derechos individuales, nada raro que hasta la desaparezcan.

“Por aquí fue (y señala el edificio Galán, al frente de la Casa de Nariño). Entré en la camioneta. No me pidieron nada en ningún momento. Ni cédula. Pasamos derecho, me llevaron a un sótano donde está lo de poligrafía. Llevaba mi cédula, pero no firmé nada, ningún registro. Cuando estaba en el sótano, me sentí secuestrada, aturdida, ahogada, esperando a que me hicieran el polígrafo”.

El someterla a un polígrafo, en un espacio no judicial y sin un proceso alguno es muy grave en un estado de derecho y bajo una democracia como la colombiana. Esos actos los hemos registrado, los periodistas, en países donde la ley y Dios no existen, pues son vistos como “normales” en territorios con regímenes dictatoriales.

La pesadilla que vivió Marelbys Meza que aún le atemoriza, no solo duró cerca de las 4 horas y media, sino que la realizaron en un oscuro sótano, donde recibió falsas acusaciones por parte de los hombres, que le gritaban “usted es una ladrona, mentirosa, de aquí va derechito a la cárcel”, además de explícitas amenazas: “me decían ¿A usted quién le dice que nosotros en este momento no estamos allanando la casa de toda su familia, de sus hermanos y todos los que estén allá?”. Sino que se extendió algunos días, pues Marelbys habría identificado que carros se parqueaban al frente de su casa para vigilarla.

Marelbys Meza vivió toda una tortura psicológica y amenazas en ese proceder ilegal y hasta clandestino. Por la forma en que la llevan a la Casa de Nariño, en un carro oficial que manejaba el conductor de Laura Sarabia, para ser vilmente tratada. Tal parece que se les olvidó que “nadie es culpable hasta que no se le demuestre lo contrario”, se les olvidó que tenía derecho a un abogado. Se pasaron por alto, el debido proceso.

Por su puesto, como concluye el reportaje de la revista Semana, los investigadores serán quienes destapen la verdad sobre este episodio. Hechos que también involucra a las personas que participaron en ese inmerecido trato.

Y que los fiscales y los jueces del país deben establecer si Laura Sarabia, como funcionaria del gobierno colombiano abusó de su poder, si incurrió en alguna falta disciplinaria o si cometió incluso delitos.

Lo cierto es que, de ninguna manera, la sociedad y la justicia colombiana pueden permitir que el aparato del Estado sea usado, con toda su fuerza, contra un ciudadano inerme, como lo hicieron, según el relato, con esta humilde colombiana.

Tampoco el Estado y sus funcionarios, incluyendo al mismo Presidente que este turno, pueden suplantar las funciones de la Justicia.

Si la señora Marelbys Meza es hallada culpable, que responda. Pero que también lo hagan todos los que la sometieron a tal pesadilla que hoy, valientemente, denuncia a los colombianos y al mundo.

Con estas líneas y desde esta orilla quiero ratificar también que: el ser una empleada doméstica no implica que Marelbys Meza no tenga derechos, eso es revictimizar. Como tampoco el ser la jefa de Gabinete le da el poder a Laura Sanabria, por ser una funcionaria de gobierno, a tratar de esta forma a quien cuidó de su hijo.

En el discurso, en la plaza, desde el balcón y en el papel, le gritan al mundo sobre el ¡derecho a igualdad! Desde ese argumento crearon un Ministerio. Sin embargo, el gobierno colombiano actual es tan incoherente que vemos cómo insultan y señalan a todo el mundo de elitistas, pero se comportan como la peor calaña, entre los elitistas, que tanto detestan, odian y atacan.

Lo más justo es que: así como Laura Sanabria despidió a la niñera Marelbys Meza, por la “investigación”, el Gobierno de Colombia o los entes de Control deben suspender el contrato de Sarabia, mientras éste episodio lo aclara la justicia colombiana, porque de ser un tema doméstico, ya pasó a ser de Estado, dado que involucra espacios nacionales, herramientas de uso de la nación (para interrogar hasta con polígrafo) y personal al servicio de la nación.