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Ni se cierra SEMANA, ni despidieron a Vicky Dávila

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Por Lola Portela

El “Clan de Petro”, ahora se dedicó publicar el rumor sobre el cierre de la revista colombiana SEMANA y el despido de su directora, Vicky Dávila, como lo publicó Pluralidad Z, uno de los “medios alternativos”, de los tantos que abundan hoy en día.

La revista Semana es actualmente propiedad de Jaime Gilinski Bacal un banquero y empresario colombiano, quien también es propietario y presidente del Grupo Gilinski, uno de los conglomerados de empresas más grandes de Colombia y con presencia en varios países.

Este grupo comprende varias empresas como Publicaciones Semana, Periódico El País, Banco GNB Sudameris (con presencia en Colombia, Perú y Paraguay), Lulo Bank, Servibanca (red de cajeros automáticos), entre otros.

No siempre fue así, la revista SEMANA nace el 12 de mayo de 1982, en medio de una gran estrechez económica y ante la mirada escéptica de muchos observadores.

El nombre de la publicación, en letras amarillas, resaltaba sobre una portada terracota en la que había además un enorme titular, en letras blancas, que decía: “Terrorismo, qué hay detrás”.

El objetivo de la revista, según su primero y único editorial, era “colocar la información por encima de grupos y presiones, de servidumbres e intereses que puedan limitarle al colombiano su derecho a saber qué ocurre, cómo y por qué”. Y, no se puede negar que a eso se ha dedicado la revista SEMANA, desde entonces.

SEMANA está lejos de ser un “pasquín”, como lo llaman algunos en redes y grupos, además de fanáticos dolidos porque no les agrada su formato directo, para decirle al mundo qué pasa en Colombia.

Y aunque hoy sus redes también causen enormes polémicas y furor en otros. Recordemos que la revista SEMANA y otros medios como: El Espectador, El Tiempo, El Siglo (actualmente Nuevo Siglo) y muchos regionales, aún más viejos, se armaban sin un computador y también sin internet. Por eso, son “guerreros de la comunicación”.

Los primeros números de la revista SEMANA se hicieron “con las uñas” y sus oficinas eran en el edificio Cortés, localizado en la Avenida Jiménez, entre carreras octava y novena, media cuadra abajo de la calle de los esmeralderos, en pleno centro de la bella, pero insegura Bogotá.

Me atrevo a decir que, desde que nació, SEMANA es un medio que mezcla la sabiduría de las canas, con el ímpetu vanguardista de la juventud. Y, hoy, todos están inmersos en las maravillas que nos permiten los avances de las tecnologías. 

En una pequeña oficina, conocimos. Por una entrevista, a Plinio Apuleyo Mendoza, amado y también odiado por muchos. Él destrozaba sin miramientos los artículos que leía, si no le gustaban. Ese viejo zorro del periodismo, metido durante una época en la diplomacia, aceptó abandonar temporalmente su refugio y lugar preferido en París, para sacar adelante el reto de la nueva publicación.

Plinio, además de los artículos rompía lápices y pateaba sin miramientos paredes y escritorios. Ser “brutos”, era equivocarse en la redacción, la ortografía, investigar mal, no contrarrestar o contextualizar, y eso nunca fue válido para él. Tampoco lo era para Gossaín, La Vidal, Yamid Amat y otros tantos de esa época. Hasta los viejos del periodismo temblaban ante aquella manera tajante de exterminar, en la caneca, lo que no era digno de publicarse.

De esa escuela vienen muchos periodistas colombianos, hoy presuntamente descalificados y criticados por personajes ocultos tras una pantalla, desde una bodega, tal vez resentidos o inconformes por y con todo. Tal vez ignoran que el periodismo serio se suda, nos enloda, implica horas sin dormir, sin comer, nos duele, nos conmueve hasta las lágrimas. No somos de piedra, pero tampoco de cristal.

Por la sala de redacción de SEMANA, han pasado grandes periodistas, unos empíricos otros de la academia y con todo tipo de especializaciones. También abogados, economistas, filósofos e intelectuales. Y sus publicaciones han sido “testigos mudos” y mecanismo de “premio” y actualización de algunos secuestrados, porque en medio de las selvas de Colombia, los grupos armados les facilitaban a veces ejemplares de la revista, según cuenta la narrativa testimonial de algunos sobrevivientes de ese flagelo.

Al presidente Petro le molesta el cubrimiento periodístico de la revista SEMANA y por eso se refirió directamente a los dueños del medio. Y les mandó un mensaje, no disimulado, sobre su deseo de que se ‘corrija’ la línea editorial, fue su reacción ante la publicación de Semana que lo vincula directamente con el escándalo de Laura Sarabia y el proceso 15.000. Y, ese comunicado más que una solicitud de rectificación parecía una advertencia a los dueños de la revista.

El periodismo de Colombia se caracteriza por sus investigaciones profundas, por eso muchas publicaciones mueven butacas burocráticas, han hecho “acelerar” investigaciones judiciales y puesto contra la pared a quienes tienen “rabo de paja” por la corrupción, tanto a nivel nacional como internacional. 

Por eso, desde esta orilla, le digo a Vicky Dávila y a todo el equipo de la revista SEMANA y demás colegas colombianos, señalados y amenazados, hasta por Petro y la viceministra: ¡adelante! la libertad de prensa, no se negocia: se defiende, es parte de la democracia.

La meta siempre será mantener la objetividad frente a los hechos, respetar la pluralidad de las ideas, pero ventilar siempre la verdad, pues esa es nuestra razón de ser ¡periodistas!