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Del Palacio de Miraflores a la Casa de Nariño: Maduro bajo amenaza y ¿Petro en fuga preventiva?

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Por Lola Portela – Análisis geopolítico

Nicolás Maduro podría no salir vivo de la tormenta que se avecina en Venezuela. Fuentes cercanas a la inteligencia cubana aseguran; de frente, que el régimen de La Habana ya tiene listo el plan para deshacerse de él. En los pasillos del poder castrista lo llaman el “imbécil útil”, una ficha desechable que no puede caer en manos de Estados Unidos. 

Demasiada información peligrosa debe guardarse en su cabeza: pactos secretos con La Habana, triangulaciones con Irán y Rusia, operaciones clandestinas en África, redes de narcotráfico y, sobre todo, la evidencia de cómo Caracas se convirtió en satélite absoluto de la dictadura cubana.

La historia parece repetir un viejo guion latinoamericano. Tal como ocurrió en 1973 con Salvador Allende en Chile —un líder rodeado de crisis, conspiraciones internas y presiones externas que terminó enterrado bajo las ruinas del Palacio de La Moneda—, Maduro se enfrenta a un dilema mortal: caer frente a sus enemigos o ser eliminado por sus propios aliados antes de que hable de más.

Mientras tanto, en Colombia Gustavo Petro, quien no ha sido reservado en mostrar su apoyo a Nicolás Maduro, observa con recelo el tablero regional. Con las barbas en remojo y advertido de lo que se cocina en Caracas, el mandatario viajó a Japón, en lo que muchos interpretan como una fuga preventiva y un síntoma de miedo.

La tensión también se refleja en casa: lo sucedido en el Senado, para defender la libertad y la democracia en Colombia. al elegir el nuevo magistrado de la Corte Constitucional, muestra que cuando la oposición se une, el gobierno tambalea, y algo esta sucediendo en la unidad de la izquierda o entre los “amigos” de Petro. A esto se suma un panorama explosivo en las regiones: el 28 de septiembre, los indígenas del Cauca, agrupados en el CRIC, planean tomarse Popayán y bloquear vías principales, coordinados con disidencias de las FARC al mando de “Mordisco” y, dicen que hasta con apoyo del ELN.

En paralelo, el Clan del Golfo, pese a su supuesto pacto con el gobierno, juega a dos bandas: criminales con prontuario sangriento que hoy negocian privilegios, mientras siguen fortaleciendo sus armas y controlando masas.

Por su parte, Estados Unidos no se quedó en advertencias y destruyó en el Caribe una lancha cargada de droga vinculada al Tren de Aragua. Un mensaje directo: el ‘Cartel de los Soles’ y el régimen de Maduro están en la mira.

Venezuela no es hoy una democracia, sino un país secuestrado por una tiranía que sobrevive gracias a la economía ilegal y a oscuros pactos con redes criminales. Eso no lo discute nadie. Para Colombia, la caída de esa dictadura no es un asunto de capricho ni de ideología: es una urgencia nacional.

Lo que realmente sorprendió no es la operación de Estados Unidos, sino la respuesta de Gustavo Petro. En lugar de condenar a un régimen acusado de narcotráfico, corrupción y violaciones sistemáticas de derechos humanos, se apresuró a llamarla “asesinato” y hasta insinuó que podía tratarse de un montaje.

Terminó protegiendo políticamente a Nicolás Maduro. Y aquí surge la pregunta inevitable: ¿por qué tanto miedo frente al dictador venezolano, presidente Petro?

En medio de este contexto, mientras en Caracas Maduro podría ser “silenciado” por quienes lo utilizaron, en Colombia ya Petro se mueve con miedo. El recuerdo de Allende planea como un fantasma sobre la izquierda latinoamericana: el poder puede ser efímero cuando las crisis internas, los enemigos externos y las traiciones se alinean en un mismo punto de quiebre.