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Entre cifras y confrontaciones: ¿logró Petro convencer en su discurso ante el Congreso?

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Por Lola Portela

Petro instala el Congreso con discurso enfático: “Evaluemos si cumplimos nuestras promesas”.

Y en medio de coyuntura del país es relevante analizar ése discurso que reveló más promesas que logros, por eso es un gobierno con discurso bajo la lupa, porque las cifras de los “resultados” parecen inflados, dado que la realidad del pueblo colombiano es otra. Al escucharlo, es como si el presidente Gustavo Petro viviera en otro país; no en Colombia.

1. Un discurso de balance, pero también de confrontación

Petro utilizó su intervención no solo para instalar el nuevo período legislativo, sino como una plataforma política para rendir cuentas, defender su gestión y, simultáneamente, arremeter contra sus detractores. Lo que podría haber sido una ceremonia institucional se convirtió en un acto político, extenso, cargado de cifras, justificaciones, denuncias y apelaciones directas.

Crítica: Esta estrategia, aunque efectiva para movilizar a sus bases, puede alejar aún más al Congreso y polarizar el escenario político. En lugar de buscar puentes con la oposición, reafirmó su postura de confrontación, lo que puede complicar la aprobación de sus reformas.

2. Uso estratégico de las cifras

Petro apeló a datos duros para justificar sus avances en inflación, exportaciones agrícolas, crecimiento del PIB rural, seguridad y salud. Sin embargo, él mismo admitió que las cifras pueden ser debatidas, e incluso insinuó que podrían tener interpretaciones contradictorias.

Crítica: Aunque la utilización de estadísticas puede fortalecer un discurso, hay un riesgo cuando se seleccionan de forma parcial o se contrastan sin contexto completo. Por ejemplo, decir que la agricultura creció 7,1% o que bajó la inflación no significa necesariamente una mejora sostenida, si no se analiza con indicadores de empleo, pobreza o inversión. Su discurso omite variables que no le favorecen, como la caída en la industria petrolera o el crecimiento económico total del país.

3. Narrativa del “Gobierno de la vida”

Petro reitera su proyecto como un “Gobierno de la vida”, en contraste con la “economía de la muerte” (fósil, violenta, basada en rentas y desigualdad). Este eje discursivo le da coherencia narrativa a su propuesta política y filosófica: priorizar salud, educación, agricultura y paz sobre intereses económicos tradicionales.

Crítica: Aunque poderosa desde lo simbólico, esta narrativa puede desdibujarse frente a los desafíos prácticos de gobernar. Resulta difícil sostener una política centrada en la vida cuando hay crisis hospitalarias, falta de medicamentos o crecimiento de grupos armados ilegales en regiones periféricas.

4. Confrontación con actores institucionales

El presidente lanza críticas al Banco de la República, al Congreso, a los medios de comunicación, a la industria financiera y hasta a organismos judiciales. Aunque aclara que no busca silenciar a nadie, su tono es reiteradamente hostil hacia instituciones que cuestionan o limitan su accionar.

Crítica: Este enfoque erosiona la confianza institucional. Aun si existen razones legítimas para disentir, un mandatario debe procurar equilibrio entre la crítica y el respeto por la autonomía de los poderes del Estado. Su estilo personalista y polarizante puede socavar la gobernabilidad.

5. La apelación constante al pasado

Petro recurrió a comparaciones con gobiernos anteriores (Duque, Santos, incluso Peñalosa) para justificar sus acciones o mostrar diferencias. También mencionó hechos históricos (20 de julio de 1810, su denuncia del paramilitarismo en el Congreso) como legitimación de su lucha.

Crítica: La comparación histórica puede resultar útil para establecer continuidad o ruptura. Sin embargo, centrarse excesivamente en el pasado puede desviar la atención de los problemas actuales. El ciudadano promedio quiere soluciones tangibles hoy, más allá de la memoria política o la narrativa épica.

6. Reivindicación y victimización

En varios momentos del discurso, Petro se presenta como una figura incomprendida, atacada injustamente por la prensa, la oposición y sectores económicos. A su vez, se muestra como el protector del pueblo, de los niños, de los soldados, de los campesinos.

Crítica: Este recurso retórico de victimización refuerza su conexión emocional con sus seguidores, pero puede volverse repetitivo o desgastante. Además, alimenta una lógica binaria (“ellos contra nosotros”) poco útil para un país fragmentado y con múltiples voces legítimas.

7. Promesas pendientes y autocrítica parcial

Aunque reconoció que no ha cumplido la promesa de “Paz Total” y admitió limitaciones en salud y educación, su nivel de autocrítica fue mínimo. La mayoría de las culpas fueron externalizadas: a gobiernos anteriores, al Congreso, a las EPS, al Banco Central, o a potencias extranjeras.

Crítica: La falta de una autocrítica más profunda puede minar la credibilidad del presidente. En un año preelectoral, el electorado espera un balance realista, no solo justificaciones. Además, asumir errores con responsabilidad puede generar mayor respeto político.

Un discurso que moviliza, pero no convence a todos

El discurso de Petro fue político, denso y ambicioso. Sirve como un intento de reafirmar su narrativa frente a una opinión pública dividida y una institucionalidad escéptica. Mientras sus seguidores lo ven como un líder que cumple y resiste, sus críticos encuentran un presidente centrado en justificar su mandato más que en corregir el rumbo.

La pregunta clave que deja abierta su intervención —“¿cumplimos o no nuestras promesas?”no fue respondida con claridad, sino cubierta por cifras, emociones y confrontaciones. Su éxito dependerá de si logra que esa pregunta sea respondida positivamente por el electorado, o si el desencanto por las promesas incumplidas pesa más que sus argumentos.