Por Lola Portela
El reciente atentado en zona rural de Valdivia, Antioquia, donde una mula cargada con explosivos fue usada como instrumento de guerra, ha estremecido profundamente a Colombia. No solo por la brutalidad del hecho, sino porque revive una de las prácticas más crueles y dolorosas del conflicto: el uso de animales como bombas vivientes.
Las alarmas se encendieron de nuevo entre las autoridades y la sociedad civil. La violencia, una vez más, se ceba no solo con las personas, sino también con seres inocentes e indefensos, convertidos en armas por la barbarie de grupos armados ilegales. De acuerdo con los registros oficiales, al menos ocho ataques de este tipo han sido documentados en los últimos 30 años, aunque muchos creen que la cifra real es aún mayor.
Territorios golpeados por el conflicto, como Caquetá, Antioquia, Huila, Sucre, Boyacá y Nariño, han sido escenarios de este tipo de actos, atribuidos principalmente a guerrillas como el ELN, que también sería responsable del reciente atentado ocurrido el miércoles 9 de julio.

Una cronología de dolor
Detrás de cada ataque hay víctimas, heridas abiertas y recuerdos imborrables. Estos son algunos de los hechos más impactantes:
- 14 de marzo de 1996 – Chalán, Sucre: Un burro cargado de explosivos acabó con la vida de 11 policías. Varios civiles también resultaron heridos.
- 29 de agosto de 1997 – La Estrella, Antioquia: Un caballo bomba explotó cerca de una base militar, matando a un soldado.
- 21 de abril de 2002 – Acevedo, Huila: Un niño y cinco civiles murieron tras la explosión de un caballo bomba en una unidad militar.
- Y muchos otros casos…, cada uno con una historia de horror y pérdida que pesa en la memoria del país.
En 2025, las imágenes de caballos y mulas marcados con las siglas del ELN en Catatumbo reavivaron el miedo. Son signos de que esta crueldad, que muchos creían desterrada, aún persiste.

Y en ese contexto la senadora y precandidata presidencial María Fernanda Cabal hizo un llamado nacional: “Debemos rechazar con vehemencia el asesinato del subteniente del Ejército Nacional Jhonatan Monsalve Moreno víctima de un “burro bomba” en Valdivia, norte de Antioquia” Y agregó: “Nuestra solidaridad con su familia y el Ejército“.
Según fuentes castrenses, este último evento ocurrió este miércoles 9 de julio hacia la 1:42 de la tarde en el sector Las Cruces de la vereda Las Alemanias, tras la explosión de un burro cargado con explosivos.
La Brigada 11 del Ejército Nacional detalló que la víctima mortal fue un uniformado con grado de subteniente y los dos lesionados eran soldados. Y en la zona de Valdivia continúan los enfrentamientos, luego del ataque del burro bomba.
¿Qué crímenes se cometen con estos ataques?
El atentado en Valdivia ha encendido no solo la indignación social, sino también una compleja investigación judicial. Las autoridades adelantan el caso bajo varias figuras penales graves:
- Terrorismo
- Tentativa de homicidio
- Maltrato animal agravado
Más allá del impacto local, expertos en derecho penal advierten que estos actos podrían tener consecuencias a nivel internacional. Si se confirma que hubo uso sistemático de animales como instrumentos de guerra, se estaría frente a una clara violación del Derecho Internacional Humanitario (DIH), lo que podría acarrear cargos por crímenes de guerra ante instancias internacionales.
En otras palabras, no se trata solo de un acto cruel: es un atentado contra la vida, la ley y los principios más fundamentales de humanidad.
Las organizaciones defensoras de los animales también alzaron su voz. “Es una forma de barbarie que no puede volver a repetirse”, dijo una vocera. Su llamado no es solo por justicia, sino por humanidad.

El general Luis Emilio Cardozo, comandante del Ejército, fue contundente: “El ELN repite una atrocidad que nuestra patria ya había sufrido. Usar un animal como arma de guerra es un acto cobarde y desalmado, que refleja el desprecio absoluto por la vida”.
Hoy, Colombia con este nuevo hecho no solo recuerda y llora a sus muertos humanos, sino también a esos animales que fueron usados como instrumentos de destrucción. Son víctimas invisibles de una guerra que aún se niega a desaparecer. Y de la cual Colombia esta agotada.