Por Lola Portela
La muerte de un Papa desencadena de manera inmediata un proceso estricto para la elección del nuevo pontífice. A continuación, las preguntas y respuestas para entender el proceso.
Cuando la cabeza de la Iglesia católica muere, comienza un período conocido como “Sede vacante” en el que el gobierno de la institución recae en manos del colegio de los cardenales. Este período, según explica la agencia de noticias católica ACI Prensa, está regido por un principio conocido como “nihil innovetur” que significa que no haya innovaciones.
Los cardenales no tienen potestad para definir los temas que corresponden al papa, por lo que en este período lo que pueden hacer es resolver cuestiones ordinarias o que no se puedan aplazar y preparar todo lo necesario para la elección del nuevo pontífice.
¿Quién elige al nuevo papa y cuándo empiezan las deliberaciones?
Cuando muere un papa, el decano del Sacro Colegio Cardenalicio convoca una reunión de todos los cardenales con derecho a voto, que son aquellos menores de 80 años. Según las normas que rigen el proceso, este cónclave debe comenzar 15 días después de que queda vacante la sede, aunque el Colegio de Cardenales puede establecer otra fecha que no debe superar los 20 días desde la muerte del pontífice anterior.
Los cardenales tienen que hacer la elección en persona, lo que para muchos que están repartidos por el mundo dirigiendo diócesis o archidiócesis implica viajar a la Roma. Una vez que comienza el cónclave no pueden irse hasta que el proceso termine y tampoco tienen permiso de hablar con gente que esté fuera de la reunión.
Históricamente hubo tres métodos para elegir al papa: por aclamación, por compromiso o por escrutinio. Sin embargo, los dos primeros se eliminaron, por lo que la única vía actual es la votación individual y secreta de los cardenales.
Su cónclave suele comenzar con una misa matutina especial en la Basílica de San Pedro. Por la tarde se dirigen en procesión a la Capilla Sixtina para iniciar el proceso de votación.
Se reparten boletas a cada uno de los cardenales, quienes escriben el nombre de su candidato seleccionado debajo de las palabras “Eligo in Summen Pontificem”, que significa “elijo como sumo pontífice”. Luego, uno a uno, por orden de antigüedad, se acercan a un altar y depositan ceremoniosamente sus papeletas en un cáliz.
Los cardenales no pueden votar por sí mismos. La votación es secreta, pero los votos se cuentan abiertamente.
¿Cuántos votos se necesitan para que haya un ganador y qué pasa si no se alcanzan?
Si un cardenal recibe el voto de dos terceras partes del cónclave, se convierte en el nuevo papa. Si eso no sucede, se repite la votación una vez más ese mismo día.
Si aún no hay papa, en el segundo y tercer día del cónclave pueden llevarse adelante cuatro votaciones, dos en la mañana y dos en la tarde. El cuarto día se destina para un descanso dedicado a la oración y el debate, y la votación puede seguir durante siete rondas más.
¿Cómo hacen pública la decisión?
Se supone que nadie que está fuera del cónclave puede enterarse sobre cómo marcha el proceso. De hecho, en 1996 Juan Pablo II prohibió cualquier dispositivo de grabación en el encuentro y ordenó que los técnicos revisaran la Capilla Sixtina para asegurarse de que estaba libre de micrófonos o cámaras cuando comenzaban las votaciones.
Los que violen esta norma “serán sometidos a graves penas según el juicio del futuro papa”, escribió el entonces pontífice.
¿Humo negro o blanco?
Después de algunas rondas de votaciones, las papeletas van a un horno. Si nadie ganó, se añade al fuego una sustancia química para que el humo salga negro y de esa manera el público sabe que todavía no hay papa. Si hay ganador no se agrega nada y el humo es blanco.
El ganador debe aceptar la decisión para que sea válida y a continuación elegir el nombre que usará como papa. El cardenal más longevo anuncia la noticia a la multitud que suele reunirse en la Plaza de San Pedro y allí aparece el nuevo pontífice para bendecir a la comunidad.
¿Quiénes serían los posibles candidatos?
En los últimos meses, Edward Pentin, uno de los máximos especialistas sobre el Vaticano, armó una lista de los principales candidatos para ser el próximo Papa. La salud del papa Francisco, llevó a este análisis.
Vemos quiénes son esos posibles candidatos a ser candidatos:

Péter Erdő
País: Hungría
Edad: 72 años
Creado cardenal por Juan Pablo II. Es el presidente de la Conferencia Episcopal húngara. Trabajó para rehabilitar en el cargo al cardenal Mindszenty, su predecesor, que luchó fuertemente contra el comunismo en Hungría.

Luis Antonio Tagle
País: Filipinas
Edad: 67 años
Prefecto del Dicasterio para la Evangelización. Progresista, carismático y cercano a la gente. Tiene un enfoque en la misericordia y la justicia social, alineado al legado de Francisco.
Puede ser el primer Papa asiático.

Peter Turkson
País: Ghana
Edad: 76 años
Puede ser el primer Papa negro. Expresidente del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Es un moderado, combina sensibilidad social y diplomacia.
También sería el primer Papa africano.

Raymond Burke
País: Estados Unidos
Edad: 76 años
Es el candidato apoyado por Donald Trump. Representa el sector más conservador. Fue un fuerte opositor a Francisco, especialmente a todas las reformas de los últimos años.

Matteo Zuppi
País: Italia
Edad: 69 años
Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Miembro de Sant’Egidio, es conocido por su labor en mediación y diálogo interreligioso. Es un progresista dialogante.

Malcom Ranjith
País: Sri Lanka
Edad: 77 años
Nombrado obispo por Juan Pablo II. Fue también apoyado por Benedicto XVI. Habla 10 idiomas. Se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo en Sri Lanka y prohibió a las mujeres en servir en el altar durante las misas.

Pietro Parolin
País: Italia
Edad: 70 años
Es el actual Secretario de Estado del Vaticano. Hombre de máxima confianza de Francisco. Lo acusan de acercarlo con la “izquierda global”.
Se le reconoce por su diplomacia y pragmatismo, su posición lo coloca entre los moderados.

Willem Eijk
País: Países Bajos
Edad: 71 años
Es arzobispo de Utrecht y teólogo tradicionalista. En contra de las reformas de Francisco en cuestiones de moral sexual y la comunión para los divorciados vueltos a casar, se alinea más con visión conservadora de Benedicto XVI.
Con información de Ben Brumfield, Ángela Reyes y Edward Pentin