Por Lola Portela
Clara Rojas, rompe su silencio y reaparece en los micrófonos. Su voz siempre será apacible, tranquila. Y, aunque sigue siendo esa persona discreta y prudente para hablar, en cuanto a temas personales, le cuenta a Colombia que hoy se dedica a la docencia en algunas universidades, a hacer consultoría en el tema legal, dice que es speaker y está preparando su nuevo libro.
Sobre su hijo Enmanuel, narra poco, es un pacto para las entrevistas entre madre e hijo.
Sin embargo, esta madre orgullosa de su hijo, cuenta que ya tiene 20 años y estudia derecho. Es un hijo noble, con quien se puede dialogar y resolver situaciones.
Sobre la historia del nacimiento de Enmanuel, Clara Rojas cuenta que el libro sobre el secuestro, (Cautiva) no sólo fue una catarsis para ella, fue la herramienta para que su hijo encontrara su propia historia. Y en el camino le ha respondido preguntas y despejado dudas.
Sobre la situación política del país, ella siempre será una profesional, enterada de los hechos de Colombia y el mundo. Por eso dice: “Preocupada, como todos los colombianos, estamos viviendo una crisis de institucionalidad enorme por esta ingobernabilidad, por esta falta de palabra de Gustavo Petro. Él se comprometió a respetar la Constitución y, con sus pronunciamientos todos los días, uno siente que ha habido como un engaño a la población“.
Y como mucho se habla en Colombia de reparación a las víctimas, la exrepresentante a la Cámara, muestra una dura realidad que Colombia, debería contemplar también cuando habla de paz, acuerdos, pues parecen haber olvidado, que no todo es cumplirle a los victimarios. Primero; siempre deberían estar esas personas que lastimaron, dañaron, violaron, secuestraron, hicieron abortar, reclutaron a sus hijos, etc., por no decir más.
¿Qué reparación tuvo Clara Rojas?
“En esa época debí recibir 8 millones de pesos por persona, recibí por mí y por mi hijo y hasta ahí llegó. Yo siempre di gracias por esa ayudita porque cuando uno sale del secuestro sale sin nada, tenía que pagar cuentas y me dio un par de meses para poder organizarme. De ahí para allá no recibí nada, pare de contar. Hice mi petición a la JEP, manifesté que, a pesar de que estaba bien de salud y psicológicamente, el secuestro ha tenido un impacto negativo y lo sigue teniendo porque, al estar privada de la libertad más de seis años, salí del mundo laboral y cuando voy a pedir mi pensión, pues esas semanas (más de 300) no me las pagan ni la JEP, ni las Farc, ni el Estado. Por lo menos les dejo la inquietud. En este proyecto de pensiones también hice el esfuerzo de tratar de proponer para las personas que habíamos estado secuestradas, sobre todo los oficiales del Ejército, yo estuve seis años secuestrada, pero ellos diez, 14 años. Uno no dice que les tengan en cuenta todas las semanas, pero por lo menos algunas”.
Las víctimas de secuestro por parte de las Farc en Colombia, perdieron incluso décadas privadas de la libertad. Sin embargo, nadie realmente pagó, ni reparó en justicia, por ese delito. Ni se tuvo presente que es un Delito de Lesa Humanidad.
El Secuestro configura el crimen de lesa humanidad de Desaparición Forzada de Personas. Por estas razones, esta grave violación de derechos humanos es preocupación permanente del Secretario General de Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, especialmente cuando afecta a niñas y niños.
Clara Rojas cuenta que Elí Mejía Mendoza, alias Martin Sombra, “el carcelero” de las Farc, como le llaman otros, hace unos años solicitó verla. Estaba en la cárcel, porque había sido detenido, antes del proceso de paz. Allí le pidió perdón, por todas las atrocidades del secuestro. Martín Sombra fue uno de los guerrilleros que atendió el parto de Enmanuel, en la selva colombiana.
Ella, prefiere no recordar esa dura realidad, y vivir en el presente. Es parte de su resiliencia, que se inició con el perdón, con el soltar y el darse para ella, su hijo y demás familia una nueva oportunidad. Sin ese lunar oscuro, en los que aún se encuentran muchos ex-secuestrados y víctimas de la violencia en Colombia.
Y es, en realidad, los sobrevivientes, son los únicos que pueden hablar de perdón en Colombia. Y también serían los mandados a reconstruir la historia real del país. Aunque siempre aparezcan quiénes deseen torcer la historia y escribirla, sin haberla vivenciado en carne propia. Es como si no fueran suficientes, las heridas causadas a cada víctima, a sus familiares y al país.
Cuando en Colombia se entienda que no hay que destapar heridas, porque ya fue suficiente la impunidad. Y se deje de afirmar que “el Estado no le ha cumplido a los delincuentes”, será cuando realmente se hablará y se irá hacia el camino real de la paz.
Por su puesto, es un tema complejo, ya que sin justicia es muy difícil también hablar de paz.
Y es que en Colombia la justicia, parece “tuerta”, pues vemos que mira para un solo lado, y no es precisamente para el de las víctimas, ni la sociedad afectada.