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Política Pandémica

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Por Lola Pórtela

En Colombia, la carrera política por el poder y el afán por llegar a la Casa de Nariño en el 2022, está en su curso. Los que aún están en el cómo, se deben “poner las pilas”, si no desean perder más terreno. Y es que, sin duda, ahora sí el “encierro pandémico” acabó para la política.

Las peleas internas, las mañas, el codo a codo, el pie sobre la cabeza del otro, que manejan los métodos tradicionales de hacer política ya están en evidencia y acción plena.

Esa contienda por llegar a la Casa de Nariño será entre la izquierda y la derecha. La división en los primeros es su gran debilidad y la mala prensa, por la pésima asesoría en la imagen del presidente actual, unido a sus aciertos y desaciertos, en medio de esta pandemia, es el “talón de Aquiles” de los grupos que se inclinan o hacer parte de la derecha.

Y por supuesto hay que hablar del Partido Verde, que también perdió heredad, pues Claudia López y Sergio Fajardo, son uno. Y a la alcaldesa de la capital colombiana, Claudia López, no le ha ido tan bien manejando la bella Bogotá, en medio de esta pandemia.

En honor a la justicia, creo que en la “política pandémica” a ningún gobernante le fue bien, y todos se rajaron. Por supuesto no la tuvieron fácil, pero “en medio de la corrida, es que se conoce el toro”, decía mi abuelita.  Bueno me disculpan los animalistas, si sienten que ofendí, al toro.

Lo cierto es que Colombia está en un momento muy delicado.  Y la verdad, no se ve, no se vislumbra, aún ese grupo político fuerte, ese candidato con buena imagen y credibilidad que pueda gobernar el país.

El pueblo está ¡agotado!, “mamado” dicen coloquialmente. La pandemia del siglo 21 evidenció la debilidad en el sistema de salud, con unas EPS que desde que llegaron son un negocio para unos pocos y una pésima atención para la mayoría. Y eso que el método fue copiado del de Chile, por su puesto con cambios que dieron paso a la corrupción. Y con ello, hasta a los paseos de muerte que ya conocemos. Si hablamos educación, quedó demostrado que las metodologías de enseñanza eran del tiempo medieval, por ningún lado estaban las nuevas tecnologías. Y eso unido a la quiebra de los padres de familia para quienes poder pagar la educación se les hizo imposible, sin ingresos. Quedó claro también que la educación profesional en Colombia no es la mejor, pero sí está entre las más costosas, si la comparamos con los valores universitarios de otros países.

Estoy segura que la derecha sabe que el grupo Petro ha crecido y eso no lo pueden negar. Él y los suyos nunca han dejado de hacer política. Debo decir, en honor a la verdad, que los veo esta vez más unidos, aunque no del todo.

Los defensores de Gustavo Petro dicen que él tiene al país en la cabeza, que trabajará por la desigualdad y que nunca ha sido corrupto… Parece que se les olvida que en política el pasado no perdona. Y no me refiero a que fuera exguerrillero. Hago memoria porque ocupó el segundo cargo más importante de Colombia: la alcaldía de Bogotá. Como olvidar que su gestión dejó mucho que pensar y por analizar, Bogotá quedó en un completo caos. Sin mencionar su comportamiento ético, moral y el mal ejemplo y apertura de pésimas políticas públicas para con la juventud, nunca habíamos tenido tantos mariguaneros, en la calle, como en esa época. Y, como con dinero, se mueven masas, es lo que vimos en la Plaza de Bolívar. ¿Acaso los indígenas y demás líderes llegaron por su cuenta y costo hasta Bogotá, para apoyar a Petro? Se sabe que no fue así. Esos cientos de buses, esa estadía y comida ¿quién los pagó y con qué dinero?

Sin embargo, debo decir que, en su gestión política, la izquierda toda ha ganado mucho terreno con el pueblo, en esos de abajo, para ser más explícita: esos que la mayoría sólo mira para las elecciones. Por eso, la derecha no los debe ver con cara de segunda vuelta. Como están las cosas, esta izquierda puede quedar en la primera.

¿Será el miedo quien ponga, otra vez, un presidente en Colombia? Y hablo del miedo a que la izquierda llegue al poder, miedo a que Colombia sea otra Venezuela, miedo a perder la democracia, temor a perder la opción de vivir libremente y no sujetos a regímenes que digan hasta cuántos panes se pueden comer en una casa.

En lo personal, y en esa inquietud por recorrer y conocer países, gobiernos, democracias y hasta regímenes totalitarios he visto que la desigualdad, la corrupción y el pésimo gobierno se da tanto jefaturas de la izquierda, como de la derecha. 

Es claro que la palabrería no será la manera de llegar esta vez al pueblo.  Construir confianza es el discurso que deberán tener los candidatos en Colombia, tanto de un lado, como del otro, pues no veo ningún partido como intermedio, o de centro.

Señores de la derecha y la izquierda: en la actualidad, continúan los problemas sociales sin resolverse, desde hace décadas. Y por eso compararnos y soñar con ser como algunos países de Europa, donde muchos delfines de la izquierda se han formado, no es camino correcto.  Colombia tiene su propia identidad, idiosincrasia y ya no se le puede ilusionar con “espejitos”.  Además, esos continentes nos llevan años luz, en cuanto a madures y crecimiento político, económico, social y cultural.

Cortar la brecha en tecnología y conectividad es la tarea, que tiene el nuevo Presidente. Además, implementar la producción regional, apoyar realmente al empresario, para que se genere empleo, mirar hacia el campo, ayudando al campesino, porque mantener la producción de alimentos será el logro mayor de cada país que desee sobrevivir, a la verdadera crisis mundial que recién comienza.  Los cambios financieros y radicales en la banca mundial, ya se están dando.

y, les tengo una premisa: en el centro del debate, en Colombia se va a imponer la “agenda de vida y familia”. Es también tendencia mundial, tendrá la fuerza democrática que muchos no tienen, y lo más importante: no tiene rabo de paja. Y sin mucho ruido están hilando su mensaje democrático, llevando la voz a los más necesitados, en los territorios más alejados, y allá donde el Estado no llegaba. No son de derecha, ni de izquierda, pero conocen muy bien ambos grupos.

Este grupo de jóvenes y empresarios, que no es un movimiento político, tiene claro que los partidos colombianos ya perdieron su esencia, su razón de ser.

Y cierro con una pregunta que dejo en el aire. ¿Será que se repite la historia del 2018 o hay una tendencia diferente? Les debo la respuesta, hasta la próxima.