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Columna: Entre el olvido y el amor

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Por: Elkin Raúl Coronell Cadena

Era el décimo asalto de una pelea pactada a doce rounds, la tensión crispaba los nervios de los contendores que se estudiaban con sigilo y táctica buscando el momento justo para golpear, el amor ganaba por puntos al olvido, pero lo estaba pasando mal en los últimos tres asaltos, de repente todo cambió. Un uppercut seco y ascendente a la mandíbula del cariño mandó a la lona al amor que cayó de bruces.

Empezó el conteo, en cámara lenta, como si fuera una de las películas de Rocky Balboa. Uno, dos, tres, el contrincante caído se empezó a levantar a la velocidad del morrocoy, pero con su misma perseverancia; cuatro, cinco, seis; con las cuerdas terminó de levantarse sin saber en dónde estaba, se escuchó el conteo de protección por parte del réferi que era la vida misma y ding, ding, ding, sonó la campana.

El olvido sintiéndose ganador y arreglándose su pantaloneta negra con líneas grises que hacían juego con sus botines del mismo color, se fue a su esquina donde lo esperaba el orgullo, su entrenador. Se sentó en el banquillo mientras la soberbia, asistente del orgullo le lanzaba agua fría en su rostro, a la vez que la prepotencia que hacía las veces de cutman intentaba cerrar el corte en la arcada supraciliar izquierda con una plancha fría (pequeño objeto metálico usado para bajar hinchazones y cortes), en la cara del olvido están marcadas las huellas de la batalla librada contra el amor. En sus fosas nasales ponían unos bastoncitos de algodón con un extraño olor a lejía.

En la esquina azul estaba el amor maltrecho, magullado y golpeado por los contundentes golpes recibidos en los últimos nueve minutos sobre el cuadrilátero, su pantaloneta que era de un blanco puro e impecable, ahora era una mezcla del singlar color que deja el agua, el sudor y la sangre que brotaba de su rostro. En su esquina lo auxilian su técnico que era la pasión, al lado del cariño y la ternura que intentaban parar la hemorragia que brotaba de su ceja derecha. La pasión le indicaba que iban ganando por puntos, pero que venía lo más duro de la pelea, que evitara intercambiar golpes y mejor los esquivara mostrando valor y gallardía.

El éxtasis de los espectadores iba en aumento, las apuestas que en principio favorecían al amor ahora se encontraban igualadas. Sobre el jardín sede de este enfrentamiento se posaban sendas nubes negras que presagiaban lo peor, un trueno silenció a los asistentes y a la vez sonaba nuevamente la campana.

El tercer hombre sobre el ring dio indicaciones a los contrincantes y al final gritó “BOX”. Una vez más el amor empezaba a estudiar la oscura estrategia del olvido quien valiéndose de mil artimañas empezaba a equilibrar las tarjetas de los jueces, el amor siempre alegre danzaba alrededor del ring, hacía recordar la célebre frase de Mohamed Alí “floto como mariposa y pico como abeja”.

Llegó el infigthing y en el intercambio corto de golpes el amor susurraba al odio del olvido frases de Benedetti, Borges, Neruda, Machado y Cortazar.

El olvido sacó una de sus mejores armas, un golpe bajo cargado de chismes, comentarios mal intencionados y envidia. A pesar del golpe ilegal la vida dejó seguir el combate, jabs seguidos de desilusión y traición abrieron una herida más en la cara del amor que seguía de pie arriesgándolo todo.

Desde la esquina roja el orgullo, que es la peor distancia, le gritaba al olvido para que en sus puños lanzara todo tipo de artimañas y así lo hacía, golpes al hígado cargados de traición, one two de mentiras, el amor acorralado contra una esquina neutral soportaba agazapado los golpes hasta que llegó uno contundente al mentón, fue una bomba llena de ingratitud, que dobló nuevamente las bases del amor.

El piso detuvo la rodilla derecha del amor quien se levantó rápidamente, solo fue un no count – cuando el boxeador se levanta inmediatamente y evita el conteo- fue como una inyección de brío, pues la respuesta fue un jab de derecha con la contundencia de los más bellos recuerdos a la ceja del olvido que nuevamente se abrió y empezó a sangrar hasta cerrarle el ojo.

Así llegó a su fin el onceavo asalto, en cada esquina los púgiles recibían atención. Desde el ring side el amor era alentado por cupido y cientos de enamorados que apostaban a ese noble sentimiento. En la esquina contraria intentaban detener la hemorragia que ya tapaba media cara del olvido. La vida como máxima autoridad en el cuadrilátero llamó al médico quien vio la ceja del boxeador y sugirió parar la pelea, pero el orgullo usando sus artimañas sacó   de su bolsillo un fajo de sinsabores y malas decisiones del pasado con el que logró sobornar al galeno y dejarlo salir un round más.

Los jueces ubicados justo a medio metro de los narradores tenían en sus tarjetas ganando por una mínima diferencia al amor.

Los contrincantes al centro del ring mientras la vida les pide que finalicen la pelea de manera limpia.

Suena la campana, comienza el último asalto y los púgiles sin perder un segundo de los 180 que le quedan al combate se enfrascan en un temerario intercambio de golpes, croché del olvido, recto de derecha del amor, swing del olvido, Hook del amor y el olvido responde con un cross, el frenesí y la adrenalina se apodera de los asistentes. Las apuestas se cerraron marcando un empate a último minuto.

A falta de 40 segundos los boxeadores se amarran en un clinch como si sus últimas armas fueran las palabras, el amor le vuelve a susurrar que con pasión y amor todo se cura, que siempre hay que seguir entregado oportunidades. El olvido le contesta con nueve palabras devastadoras… “no deseo nada contigo, no siento nada por ti”.

Suena la campana y los asistentes de cada esquina sostiene a sus boxeadores a punto de caer, camarógrafos y periodistas invaden el ring mientras el presentador recibe las puntuaciones de los jueces.

Los gritos de lado y lado opacan el sonido del maestro de ceremonias, quien exige más su garganta para hacerse escuchar. “Señoras y señores… el ganador de este enfrentamiento por decisión dividida es… EL OLVIDO.

Al escuchar esto las viejas chismosas se abrazan con sus lenguas viperinas, el amargo pasado con sus equivocaciones se entrega al dios Baco, la envidia de propios y extraños se felicitan entre sí, mientras la hiel le comenta a la cizaña la efectividad de la cicuta regada durante meses en decenas de comentarios.

El olvido engreído y con arrogancia se va caminando con dificultad al camerino junto al orgullo, la soberbia y la prepotencia, allí los espera la obstinación para celebrar.

Por su parte el amor abatido y frustrado va en brazos de la pasión y el cariño, en su camerino lo esperan la perseverancia y la paciencia para cuidar sus heridas.

El amor no levanta su mirada, no quiere ver a sus seguidores que se sienten frustrados, va pensando para sí mismo que perdonará, sanará y lo volverá a intentar. Porque el amor no se ha acabado.