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El corazón de “Yo Soy Cabal”: la memoria, la verdad sin filtros

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Por Lola Portela

Unos la llaman “La Dama de Hierro”, otros “La Gererala” o “la Generala de Uribe”. Para muchos es, simplemente, “La Cabal”, y en tiempos recientes la apodan “la Leona”.
Ella es María Fernanda Cabal: una figura de carácter firme, de convicciones declaradas y de presencia inconfundible. Protectora como una leona y defensora —por convicción— de los valores familiares, cristianos y patrios, desde lo que considera el deber ser de un buen político.

Esa mezcla de fuerza, claridad y determinación la ha convertido en una personalidad difícil de ignorar, alguien que ha despertado tanto simpatías como críticas, pero que sin duda ha captado seguidores dentro y fuera de Colombia.

Y hoy, 10 de diciembre, presenta su libro “Yo Soy Cabal”, una obra donde se expone sin filtros y donde revela piezas clave de su historia personal y de su trayectoria pública. Un libro que, incluso antes de su lanzamiento, ya está dando de qué hablar.

Tuve el privilegio de leer la versión digital de esta autobiografía. Es un recorrido no sólo por la vida de la precandidata presidencial, es un “energizante” para la memoria. No sabe uno qué capítulo es mejor.

Y es que desde el prólogo se encuentra una narrativa complaciente de leer y se va descubriendo a la verdadera Cabal. Rodeada también del amor de su esposo, a quien describe como “su maestro“. Aunque dicen que “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer“. En mi rol de Educadora y Asesora Familiar tengo la certeza que tanto el hombre, como la mujer son un maravilloso complemento; diseñado con sabiduría por nuestro Creador, a quien equivocadamente muchos también dejaron por fuera de la familia y de sus vidas. Y hasta de este asunto trata “Yo Soy Cabal”. Y es que Dios hace parte del universo de la Cabal y su familia.

En “Yo Soy Cabal”, José Félix Lafaurie Rivera, juega el rol del hombre que abre la puerta a cada página, a través del prólogo, también nos narra cómo inicia la historia de amor de la protagonista de esta obra.
En el preámbulo, su esposo recuerda con humor y sinceridad sus inicios como pareja: “A primera vista era una relación algo “dispareja” hasta en lo físico, pues yo soy bajo de estatura y ella muy alta –¡ni qué decir en tacones!–. Recuerdo que, cuando empezamos a salir, ella tenía que hacer un trabajo de la universidad, algo así como un ensayo sobre la revolución cubana y la realidad de ese país.

Y yo, como buen pretendiente, estuve presto a colaborarle y terminamos haciéndolo a cuatro manos, es decir, no en el plan del noviecito que le hace la tarea a su enamorada, sino en el de un intercambio de ideas y una suma de aportes que a mí me sorprendió. A propósito, yo creo que para ese momento ya le olía mal el comunismo. Cuando miro hacia atrás…

Es una autobiografía que sobrepasa del terreno meramente político, y nos introduce en lo íntimo de la vida de María Fernanda Cabal, la mujer, nieta, la hija; esposa, madre, abuela y líder política.

Con una “La lucha por la verdad” porque en cada frase María Fernanda Cabal desnuda el origen de su batalla política y, para el momento actual, aunque el mundo esta en modo: pasteles de pascua, natilla, buñuelos y cenas de Navidad, en Colombia el tema político esta en la mente y boca, hasta en las largas esperas para atención en Salud y en los lugares de recibo de remesas.

En Yo Soy Cabal, no es fácil seleccionar un capítulo. No encontré el declive aburridor de muchos libros. Es un relato frontal y sin maquillaje, donde la autora desentraña el origen de su carácter político y la razón por la cual la defensa del orden se convirtió en su causa permanente.

En lo personal me tocó el alma cuando Cabal revive sus primeros encuentros con las víctimas del terrorismo en Colombia, aún no ocupaba un cargo público. Escuchar esos testimonios —cuenta— fue un punto de inflexión: allí comprendió que la verdad no podía seguir supeditada a narrativas políticas diseñadas, según ella, para suavizar o justificar el actuar criminal de ciertos grupos armados. Y, en esta parte, su libro me transportó al momento en que la conocí, en la Universidad Sergio Arboleda, yo era la Coordiandora de Proyectos Especiales, y en este contexto parte del equipo de la Fundación Víctimas Visibles, y ella, me impactó por la corresponsabilidad y compromiso que expresó para proteger a las víctimas. Confieso que no la tenía en mi radar, no era aún una figura política, ella sólo deseaba ayudar a las personas afectadas por la violencia, con un programa de Fundagan que llamaba “leche pa ti y carne pa ti”, y, por eso, deseaba contactar algunas de las víctimas, especialmente las más necesitadas, así acudió a nuestra oficina. Debo confesar que desde allí supe que aquella mujer tenía un gran corazón.

“Cuando la realidad del país enpezó a tocarme de cerca, entendí que no basta con tener carácter: hay que ejercerlo”

Hoy es evidente que María Fernanda Cabal, decidió enfrentar lo que denomina “la industria de la impunidad”, una combinación de ideología y reinterpretación histórica que infortunadamente permitió que victimarios pasaran a posar como salvadores.

Cabal expone también los costos personales de asumir esa postura: ataques mediáticos, hostilidad en redes, campañas de desprestigio. Aun así, sostiene que nada de esto la ha hecho retroceder, porque su compromiso está con quienes —afirma— nunca tuvieron voz.

Cada acción de María Fernanda Cabal a sido una lucha por la verdad, que también gira alrededor de una idea central: la verdad no es negociable ni relativa, especialmente en un país marcado por las heridas del terrorismo. Para Cabal, la memoria debe anclarse en los hechos y no en la conveniencia política del momento.

La conclusión de la precandidata presidencial es contundente: sin verdad no hay justicia, y sin justicia no existe paz posible. Esa convicción es la columna vertebral de su liderazgo actual.

Al teminar de leer queda claro que “La lucha por la verdad” es la esencia de María Fernanda Cabal y viene desde sus ancestros, en el camino encontró un cómplice de vida, su esposo, con los mismos valores por eso, ambos, hacen parte de un proyecto político que enciende la esperanza, en un país donde la democracía está en peligro, y la extrema pobreza también les duele.