Por Lola Portela
La investigación sistemática, en profundidad y original, es el arma más grande que tenemos en el periodismo, y cuando se usa adecuadamente nos permite revelar los secretos más ocultos.
Por supuesto, también implica un uso intensivo de datos y registros públicos, con un enfoque en la justicia social y la rendición de cuentas. Y, precisamente, es allí donde “pisamos callos”, la mayoría de corrupción política, por la falta de ética en el deber ser, de quienes dicen hacer, pero obran de manera diferente.
En este trasegar de mi vida personal y profesional, tengo muy claro que, aunque nos encontremos con expertos manipuladores y hasta con “posgrado en mentir y engañar”, para ocultar la verdad, ésta siempre se encuentra y sale a la luz.
Y es que la verdad no va de la mano con lo oscuro. Por eso, conocerla siempre nos hace libres.
En Colombia hay verdadero periodismo, y muchas somos mujeres, y es lo que seguramente les duele a los habitantes actuales del Palacio de Nariño.
Y como una de las cualidades del periodismo es contextualizar, por eso vale la pena recordar que el actual gobierno, tal vez, en su afán de “ocultar” viene atacando a las mujeres periodistas, desde la misma campaña presidencial.
En palabras de Verónica Alcocer, ya nos trataron, a su estilo, de putas, cuando expresó: “les va bien porque todas entran de reporteras y todas terminan en lo mismo, casándose con los dueños. Para eso entran ahí periodistas ascienden casándose con los dueños”.
Ahora Gustavo Petro aseguró que en Colombia las mujeres periodistas somos “muñecas de la mafia”.
Tiene razón, al llamarnos mafia, porque para cumplir con nuestro deber, seguiremos “mostrando lo oculto”, y defendiendo la democracia de Colombia. Las mujeres periodistas, junto a nuestros colegas hombres: somos “la mafia de la verdad”. Para eso fuimos formados, capacitados y la vida nos entrena cada día.
