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Chile conmemora 50 años de la dictadura, una mirada atrás

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Este 11 de septiembre se cumplen los 50 años de la muerte de Salvador Allende y también de la toma del poder por parte de la dictadura de Augusto Pinochet. 

Y los chilenos de extrema izquierda ya iniciaron acciones violentas, para conmemorar esa fecha. Con certeza esos jóvenes de la Primera Línea chilena, que también existe, desconoce lo que nos produce, a muchos, esta fecha, pues ellos obedecen a líderes que los comandan y a sus propios imaginarios.  

Bien dicen que recordar es vivir, por eso les contaré que justo antes de la toma del Palacio de La Moneda, por parte de los militares golpistas, ese martes 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende realizó su última alocución al pueblo chileno, a través de Radio Magallanes; en medio de un trasfondo audible de explosiones y disparos. 

Aunque era septiembre, víspera de la bella primavera, ese día amaneció muy gris, el mar casi no se veía. Tal vez, se anunciaba el dolor de la muerte que llegaba, pero no lo sabíamos. 

Cabe anotar que en el Chile de la época, todo escaseaba, especialmente la comida; las colas eran interminables para conseguir alimentos básicos. Y tampoco la situación cambió de inmediato, con la llegada del nuevo gobierno de Pinochet.  

Recuerdo que en casa, ese último discurso de Allende, lo creyeron como la oportunidad de cambio, frente a la precaria situación económica que vivía el país. 

Allende llegó al poder el  4 de noviembre de 1970. Y aquel 11 de septiembre de 1973, en su último discurso, habló de “su amor por Chile y de su profunda fe en su futuro…”, “temas que no le permitían tomar una salida fácil, por su compromiso con su país”

“Por eso, mi chiquilla, pensábamos que se refería a que Chile mejoraría”, me recordó un familiar, durante una conversación, antes de escribirles estas líneas.

No es fácil hacer memoria histórica, aplicando la narrativa testimonial, pero creo que llegó la hora de empezar a sacar, lo que debe salir, para que quede escrito.

Allá en el fondo, junto a la voz del presidente, se escuchaba mucho ruido, eran explosiones, disparos, gritos. 

Una de mis tías dijo: “es muy fuerte, ya al tiro, los niños se me van”, Y, nos sacaron del comedor, donde escuchaban la radio. 

Mientras me llevaban de la mano, les escuché decir: “¡Chuta!, algo está pasando”

Creo que nuestra casa, no era la única con la radio prendida, pues la voz de Allende, con el correr de los minutos, se sentía aún más fuerte, pero como la de un viejo cansado. 

Dijo también algo así como que: “los hechos no le permitían tomar una salida fácil”.  Y esa frase, no la entendí, sino con el correr de los años. También habló de “traidores”. Y lo recuerdo porque pregunté ¿qué era eso?. Fue entonces cuando, los adultos, descubrieron que estábamos escondidos y escuchando, aquél discurso que sería histórico, para el país y en nuestras vidas en Chile. 

Una vez, en el colegio, una profesora nos preguntó si habíamos escuchado la radio ése día. Muchos no levantaron la mano, pero yo la levanté. Nunca me fue permitido mentir, entonces mis amigas se animaron a hacerlo. La profe Lagomarcino, dijo que no tenía nada de malo haberlo hecho. Años después fuimos muy buenas amigas, supe que era de derecha. Yo le respondí que: “yo no sería nada”. Ella murió y yo cumplí con mi juicio o convencimiento político personal, de no ser ni de derecha, ni de izquierda. 

Con el tiempo, supe que Allende no aceptó el exilio facilitado para él y su familia. Lo cual implicaba que tenía la intención de luchar hasta el final. 

En las calles sólo vimos militares y carabineros; sonaban las sirenas y no podíamos salir. Mi familia alistó pasaportes, y hasta los empacaron en orden alfabético, me contaron con el tiempo, para no perder ningún documento.  En las bolsas (morrales) de cada uno nos empacaron algo de comer no perecedero, medicinas y poleras (camisetas) y ropa interior. Nosotros, los más pequeños, creíamos que tendríamos un terremoto, pues así crecimos: preparados, siempre listos, para temblores y maremotos, por la cercanía a la costa, en Viña del Mar.  

Un golpe, cronología. 

Con el tiempo, en las clases de historia nos contaron que el golpe de estado fue realmente liderado por el Vicealmirante de la Armada, José Toribio Merino, y el comandante de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, el golpe fue planificado para el 11 de septiembre, debido a que ese día el ejército se encontraba concentrado en Santiago, por la celebración de las Glorias del Ejército. El 8 de septiembre, el general Arellano Stark solicitó el apoyo del general Pinochet, pero éste no dio una respuesta definitiva. 

El 9 de septiembre Salvador Allende le informó al Comandante en Jefe y otros generales del Ejército que había decidido convocar a un plebiscito, con el fin de dar una salida a la grave crisis política, que tenía al país sumido también en un fracaso económico. Ese mismo día, los que planearon el golpe contaron con el apoyo de Augusto Pinochet.

También se supo que los acontecimientos comenzaron a desarrollarse muy temprano, aquel martes 11 de septiembre. Lo primero que pasó fue la sublevación de la Armada. 

Dicen que entonces Allende se dirigió rápidamente al Palacio de La Moneda a las 7:30 horas. Sin embargo,  ya estaba  custodiado por tanquetas militares y carabineros. Luego se da a conocer el primer comunicado de la Junta Militar, poco a poco se fueron retirando. 

Y cuarenta y cinco minutos más tarde, se iniciaba el ataque al palacio de gobierno por tierra.

Cerca de las once de la mañana, el Presidente Salvador Allende dirigió aquel último mensaje al país, a través de una cadena de radioemisoras simpatizantes del gobierno. 

Hacia el mediodía se inició el bombardeo sobre La Moneda, en Santiago, fue un campo de guerra que se prolongó durante 15 minutos. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile, luego de sobrevolar su objetivo, atacaron la sede del gobierno con cohetes “rockets” que destruyeron dependencias y provocaron el incendio del edificio. 

Minutos después caía La Moneda y el Presidente Salvador Allende era encontrado muerto en el salón principal, junto al arma con la cual se suicidó. 

Realmente, aquel día, en casa los adultos no durmieron, cada uno nos tomó en su regazo como para estar listos, no sé para qué, pero listos. Todo lo que comimos fue unas sopaipillas, del día anterior. Era claro que había que ahorrar comida. Nos daban mucha agua, a los más pequeños.

Al día siguiente, uno de los hombres salió, con otros vecinos. Y en la prensa chilena se mostraba, en primera plana, el Palacio de La Moneda destruido y humeante. Un edificio que en tres siglos de historia y habiendo albergado a veintitrés presidentes de la República de Chile, nunca antes había sido destruido. Guardé ese ejemplar, durante años, pero la humedad lo deterioró. 

Parecía que estábamos en guerra, sólo se veían uniformados y tanquetas por todo lados, y así fue, durante muchos días. 

Aunque la versión oficial de la Junta Militar, sobre la muerte de Allende, decía que se había tratado de un suicidio fue descartada inicialmente por los allendistas. Ya en 2014 la Corte Suprema de Chile determinó que Salvador Allende, el primer presidente de izquierda elegido por voto popular en Latino América,  se habría suicidado. De esta manera, oficialmente la causa de muerte del expresidente socialista fue suicidio. 

Y, como parte de esa conmemoración la izquierda​ chilena ya empezó el vandalismo, en los cementerios, de la tierra que me nos vio crecer.

Lo primero que hicieron los protestantes fue incendiar la tumba de Jaime Guzmán, un abogado constitucionalista, académico y político chileno, que colaboró en asuntos jurídicos y políticos con Augusto Pinochet, durante su dictadura. Guzmán hizo parte de quienes redactaron la Constitución de 1980 y sus leyes complementarias, que hoy rigen el país. Texto que es motivo de discordias, entre la izquierda y los demás partidos. Y que llevó al “Rechazo” en las urnas. 

Cabe anotar que Jaime​ Guzmán además fue el fundador del Movimiento Gremial de la Universidad Católica de Chile, de la revista Realidad, del partido Unión Demócrata Independiente (UDI) y ejerció como senador luego del retorno a la democracia en Chile.

Las protestas, frente a los hechos, tampoco han parado, por parte de los partidos de centro y derecha, en oposición a estas acciones violentas lideradas, según dicen, por el actual gobierno de izquierda, en cabeza del presidente Gabriel Boric Font.

Este 11 de septiembre puede ser otro día gris o negro para Chile, por las protestas y las acciones violentas de la Primera Línea que también operan en el país y causaron los desmanes que llevaron a la Casa de la Moneda al actual presidente Boric, quien lideró esas manifestaciones, unido a las voces de la izquierda que piden el cambio de la Constitución Política de Chile, la de Pinochet.

El presidente de Colombia Gustavo Petro dijo, en una de sus intervenciones, que estaría en Chile para conmemorar esta fecha, pero al escribir estas líneas, aún no se tiene confirmación en esa agenda.