Por Lola Portela
Lo primero que se debe tener presente es que Noruega se presenta ante el mundo como un adalid (líder) de la paz.
¿Pero por qué ayudan los noruegos a países que se encuentran al otro lado del mundo? ¿Y de dónde surgió tal estrategia?
La respuesta a la primera pregunta es por generosidad, eso explicó Jan Egeland, quien fue subsecretario de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios y asesor especial del Secretario de la ONU para Colombia, durante las negociaciones en San Vicente del Caguán (1999-2002).
En diálogo para BBC Mundo, desde Oslo, Egeland aseguró, hace un tiempo: “Hay un interés altruista por hacer el bien y podemos permitírnoslo”. Y añadió: “Noruega es un país rico y en ese sentido es un país generoso”.
Noruega ha puesto en marcha una diplomacia de la paz que lo ha llevado a participar, no siempre con éxito, en las negociaciones en países tan disímiles como Sri Lanka, Malí, Guatemala, Sudán o Filipinas.
La marca noruega a nivel internacional es en gran medida la promoción de la paz. Es una política que resulta tan importante para Oslo que el gobierno creó una Unidad de Paz y Reconciliación y destinó un presupuesto específico para sus proyectos.
Y ese contexto a Noruega le importa la solución al conflicto armado más antiguo del hemisferio occidental, el de Colombia. La paz de los colombianos ha estado en la mira de éste país ubicado a casi 10.000 kilómetros de distancia: Noruega.
El acercamiento con Noriega se dio con el gobierno del expresidente colombiano, Juan Manuel Santos, cuando inició diálogos con los líderes de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En ese entonces le pidieron a esa nación europea que albergara la primera ronda formal de negociaciones.
Y Noruega aceptó porque para este país la promoción de la paz internacional es, desde hace dos décadas, una meta explícita de su política exterior, con la que intenta establecer marcos propicios para la reconciliación y fortalecer la confianza de las partes.
Y es que Noruega, muchos desconocen que desde hace varios años realiza en Colombia una labor relevante: “Nuestras organizaciones, y en especial sus más de 5.400 trabajadoras y trabajadores humanitarios, llegan a las zonas de acceso más dispersas y difíciles en Chocó, Nariño, Cauca, Córdoba, Antioquia, Putumayo, Arauca o Norte de Santander, entre otros departamentos afectados por conflicto armado”. Expresó un diplomático en retiro que resolvió quedarse en Colombia.
En un reciente informe internacional Noruega reportó: “Hoy en Colombia el 60% de la población rural vive en áreas con presencia e injerencia de grupos armados organizados. En 2022 una estimación conservadora señala que al menos 343.000 personas sufrieron desplazamiento forzado y 102.300 fueron confinadas (70% en pueblos étnicos). El reclutamiento por grupos armados de niñas y niños está en aumento y cada tres días hubo una nueva víctima por minas”
“La acción humanitaria en Colombia se da bajo los principios humanitarios que aplica Noriega en todos los países con crisis:
La humanidad: trabajamos para prevenir y aliviar el sufrimiento humano donde quiera que se encuentre,
La imparcialidad: nuestra acción humanitaria está exclusivamente en función de las necesidades de las personas, sin importar su sexo, nacionalidad, etnia, edad, religión o cualquier otra característica,
La neutralidad: no participamos en las hostilidades o controversias de carácter ideológico o partidista,
La independencia: nuestra acción es independiente y autónoma a intereses políticos y económicos.”
Las cifras apoyan este argumento: Noruega es una de las pocas naciones del mundo que excede la meta de Naciones Unidas de destinar 1% del Producto Interno Bruto a ayuda externa.
En otras palabras, su diplomacia pacífica es una promoción del país y de algunas de sus características esenciales, que le permite codearse con las potencias más importantes.
Es una política exterior que comenzó a desarrollarse a principios de los años 90, después de que se realizaron en Oslo unas conversaciones secretas para tratar de solucionar el conflicto palestino-israelí, sin resultados hasta el momento.
En el caso colombiano, este reino escandinavo fue uno de los países amigos durante los diálogos en San Vicente del Caguán y fue una de las escalas que hicieron en el 2000 varios líderes del gobierno colombiano y de las FARC, durante una gira europea para presentar el proceso de paz.
Tanto en Colombia como en otras negociaciones, una de las prioridades noruegas es fomentar vínculos cercanos con las partes del conflicto.
Y es que tanto la guerra, como la paz tienen costos económicos, pero siempre valdrá la pena luchar por la paz, por su puesto de cara a la verdad, sin mentiras y engaños tan propios en Colombia.
Los expertos en conflictos internacionales critican la posición neutral porque cuando un país como Noruega juega el papel de mediador, inevitablemente les otorga legitimidad a las partes.
Y resulta polémico, especialmente cuando, como ocurre con Colombia; las acciones de las guerrillas colombianas se enmarcan como terroristas, y eso complica la intervención de un país que desea ser neutral.
Por eso desde hace un tiempo Noriega se debate entre apoyar la cruzada internacional contra el terrorismo y a su vez demostrar neutralidad en negociaciones de paz en las que una de las partes es tildada de terrorista.
Al final, para evitar poner en jaque su política de diplomacia pacífica que le trae tantos réditos a su imagen internacional, Noruega resalta, una y otra vez, que sus funciones se limitan a establecer un marco propicio para los diálogos y que todo el poder de decisión recae en las manos de los negociadores.
Es decir: “La responsabilidad de encontrar una solución al conflicto depende de los actores”, Noruega no interviene. Y tampoco lo haría si llegara a aceptar ser sede de los diálogos con las disidencias Farc, que hoy expresan que nunca firmaron la paz, y por eso dicen no son disidencias.