Por Lola Portela
Francia Márquez debería sentirse orgullosa de su bella raza y de ser una “levantada”, como somos la mayoría de los colombianos y personas de la tierra.
De mi vieja Lola, una negra; “antioqueña de racamandaca“ aprendí que el racismo existe en la cabeza de acomplejados de su piel única, de su cabello, rebelde (como el mío), y de su raza. Y es que los sueños grandes se logran trabajando, pues “lo regalado, al final resulta caro y muchas veces ni se valora”, enseñanza de los míos, que aplico en mi vida.
Al crecer, en nuestra familia hemos entendido que es un orgullo, una satisfacción incomparable y personal lograr los sueños con esfuerzo, y es que la gran mayoría de los humanos, lo hemos hecho.
A mucho honor, hemos caminado kilómetros por no tener para el transporte, nuestros padres durmieron menos y trabajaron más, y nos dieron ese ejemplo, pero no por eso somos socialmente resentidos.
Contrario a eso, muchos sabemos que ayudar a otros a salir adelante, cambia dos vidas: la de ellos, y la nuestra, pues crecemos más, aunque a veces implique renunciar a nosotros mismos, para transformarnos, en humildad.
Ser humilde está lejos de ser pobres, significa fortalecer esa virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en saber obrar de acuerdo con este conocimiento.
En el humilde no cabe la soberbia, y es que además reconoce a los demás como seres iguales.
Da tristeza, que la hoy “Ministra de la Igualdad, de Colombia sea tan soberbia y esté tan llena del lodo del odio y del resentimiento. Ojalá al llegar a conocer lo que realmente necesita Colombia, y merecen los colombianos, entienda que para transformar hacia la Paz, se necesita AMOR y menos odio, herramientas necesarias para gobernar bien a un pueblo.
Ojalá Colombia se logre mantener lejos de la esclavitud que significa el socialismo o el comunismo, con sus intereses y odios propios.