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Darién ruta de la muerte

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Por Lola Pórtela

En lo corrido de 2022, casi 160.000 personas se arriesgaron y lograron cruzar la selva del Darién.

 Ahora hay normas claras en la frontera de Panamá, para quienes entren ilegalmente: 

“Todas esas personas que pasaron frontera, requieren visa autorizada para ingresar a Panamá, y no se les está autorizando ingresar por las fronteras de Costa Rica”, dijo Samira Gozaine, directora del Servicio Nacional de Migración (SNM).

Y es que el panorama es cada día más complejo para los migrantes que buscan un mundo mejor. Quienes pasan por Panamá son ciudadanos que vienen, ya sea del continente africano o de países como Cuba, Haití, Venezuela y Colombia.

Muchos entran por Chile y pasan, poco a poco, por toda Suramérica. Duran meses en su travesía. Se sostienen mediante el rebusque: “yo trabajo en lo que puedo, pues no tengo nada de dinero, pero llegaré…”. Esta es una mujer que viaja con dos hijos.  Algunos ni pasaporte tienen: “la situación no me dio tiempo de sacar papeles, vi la oportunidad del barco para salir, y no lo pensé”. Él, es como muchos hombres del mundo: salió para brindarle a su esposa, 3 hijos y madre, un mejor futuro. Sus nombres no los citaré, porque así lo requieren ellos, para no preocupar a sus familias. Todos tienen algo en común: no tienen papeles, ni dinero, pero desean llegar a Panamá y seguir, como sea, hacia Estados Unidos. 

En Colombia el punto de encuentro, de éstos y muchos migrantes, es Necoclí, Antioquia, donde pasan varios días, en condiciones sanitarias muy delicadas, pero que la Defensoría del Pueblo del país ha venido atendiendo, desde el 2021, en equipo con otros organismos del Estado y de la ayuda humanitaria internacional.  

Los migrantes aquí pagan entre 100 y hasta 150 dólares, y los cupos son limitados y las embarcaciones no siempre son seguras, para recorrer el trayecto fluvial que los deja en Capurganá. Una vez allí, comienzan la travesía por esa selva densa y peligrosa, por sus terrenos rocosos, por ríos con fuertes caudales, presencia de animales venenosos y aguas contaminadas, que les causa diarreas incontrolables tanto niños, como adultos. El trayecto puede durar entre 15 y 20 días, dependiendo de los diferentes factores y el aguante físico.

Muchos hoy critican la decisión que Panamá tomó frente al enorme problema de salubridad que viven como país, dada la cantidad inmanejable de migrantes, en tránsito, pues la mayoría llegan enfermos, heridos, deshidratados, desnutridos, etc. Y en Panamá ya se torna imposible resolver el asunto.

Y es que “Los ilegales”, como les llaman, toman “la ruta de la muerte”, del Tapón del Darién. Éste es un camino para muchos sin retorno. Además de estar rodeado de selva, lodo, ríos. Es un paso de la delincuencia, por allí también pasan los traficantes. Muchas mujeres son violadas, sus maridos asesinados y los niños quedan allí abandonados y hasta son víctimas de las mafias de órganos.

El drama y el peligro es muy fuerte, durante toda la travesía, pues toman caminos entregados a la voluntariedad de un desconocido que es llamado “coyote” y del que no saben más que su nombre o un alias, por aquello de evitar dar más información.

Ese, es el Darién el “camino de la muerte” que recorren cientos de ciudadanos, ya sea por razones políticas, sociales, económicas o por todas juntas. Ellos sólo desean llegar a su meta: Estados Unidos.

Se estima que para diciembre del 2022 cruzarían por lo menos 200.000 personas. De allí las medidas que hoy ponen a Panamá en el telón internacional.

A finales del 2021, frente a ésta crisis, Colombia lideró el “Encuentro de Defensores del Pueblo de la Región Latinoamericana”, que se realizó en Cartagena, para lograr acuerdos y soluciones, que por lo visto son imposibles de cumplir, la crisis económica afecta a muchos países. Y algunos han optado por resolver lo interno, para evitar el desplazamiento masivo de sus connacionales.

Esta es una crisis internacional, porque involucra varios países. Lo delicado es que en el Darién también se ve trata de personas, tráfico de órganos, microtráfico, presencia de grupos armados y delincuencia común, entre otros delitos.

¿Y la solución? Tal vez sellar, para siempre, ése paso de la muerte.  Quizás romper fronteras y entender que sólo somos habitantes del universo. Y que todos tenemos derecho a una vida digna. 

Éste es un tema para la agenda presidencial de los países de Sudamérica y Centroamérica.