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Quien manda a quien

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Por Raúl Amórtegui Niño

Antes de pasear su perro, de salir con toda la dignidad de dueño de un cuadrúpedo y dispuesto a recoger con gran mirada cariñosa las heces empacándolas con todo cuidado en una bolsita y mirar con disimulo en que caneca las deposita, o en que jardín de vecino, o por cual ventana, en el mejor de los casos llevándola en el bolsillo a su casa como trofeo de mascota, piense: Quien manda a quien, cuando usted camina dócil observando el culito de su animalito.

Esta olorosa introducción es el pretexto para invitar a una reflexión que nos alindera con esa faena en la cual ya se humaniza a los animales llamándoles  con nombres humanos. Llegamos a un momento social en que el excremento se está haciendo parte del diario acontecer, lo vemos en discursos, en las redes, en el activo paseo de los que entran y salen de puestos públicos, o salpicando en su veracidad documentos, tesis de grado, de valores, de contratos, o promesas políticas.

Algo huele mal en Dinamarca, de Shakespeare en un episodio trágico  que origino esta frase, con la que designó que en la vida política  las cosas no andan bien por la corrupción. Huele a mal, cuando los ciudadanos se acostumbran al fétido resultado y participan o asisten como el que camina detrás del perrito o perrita tras las continuas cagadas de electos personajes o bufones del sistema, eso sí  con heces de oro.

Y los anti mascotas nos vamos a dormir con ese otro ambiente podrido de la situación de violencia, feminicidios, robos y para colmo pierde la Selección Colombia. Y el racismo que maltrata.

Algo huela mal…en Colombia.