Por Raúl Amórtegui Niño
Tener un teléfono móvil significa no solo la limitación de manejar una mano para las diarias ocupaciones, es la acción de consulta que alcanza hasta el 700 veces día, el usuario siente que no hacerlo es estar desconectado del mundo, los instantes de “pérdida” del aparato provocan una condición de histeria que diferencia a esta generación.
Estudiosos observan que jóvenes y adultos entran en convulsiones.
En esta oportunidad el tema es otro igual de preocupante. La respuesta casi inmediata de millones de lectores de esta malévola pantallita que se denomina con nombres nuevos como, WhatsApp y otros que en segundos acumulan información, opiniones, haciendo que los lectores alteren su realidad.
Pocas líneas son suficientes y cuando dan el “me gusta” comparten un pensamiento que nunca llegará a ser el propio, solo aceptan sin detenerse a verificar qué es lo cierto o falso. En eso incurre desde el panadero hasta el mandatario, ministro. Lo escrito en redes para muchos colectivos es lo cierto. Arma moderna de comprobada peligrosidad. Corta la capacidad de análisis, es la cuchilla que reforma los cortes políticos, el botón rojo que coordina la hecatombe. La electricidad de las redes de opinión en una sociedad que se aleja del libro, del foro, de la palabra impresa. De la constante búsqueda de lo cierto.