Por Lola Portela
Inicia la semana de pascua y resurrección con mucha fluctuación en el sector económico y financiero a nivel internacional y nacional. Y no es para menos, pues bien sabemos que el planeta está viviendo un episodio trágico y difícil, que nos ha generado incertidumbre, muertes, incremento de la pobreza y mayor desigualdad e inequidad.
Y, por supuesto, Colombia no es la excepción, en los próximos días, el Ministerio de Hacienda, Alberto Carrasquilla radicará ante el Congreso de la República la que será la tercera reforma tributaria en el periodo presidencial de Iván Duque. A opinión de los expertos “este es el peor error de Duque, en medio de una pandemia y a puertas de unas elecciones”, pero ¿por qué consideran poco sabia esta decisión?, simplemente porque será la carnada perfecta y el abrirles el camino electoral a los partidos de oposición del Gobierno actual.
En una reunión con el Consejo Gremial el ministro de Hacienda dijo que con esta reforma se busca recaudar aproximadamente $25 billones. Y específicamente explicó que se recaudarían $16,8 billones a través de la tributación de las personas naturales, $10,5 billones a través del IVA, $3 billones de los impuestos a las personas jurídicas y se entregarían $5,1 billones a los departamentos, a través del Sistema General de Participaciones.
Lo he dicho en anteriores columnas: Con el Covid- 19, los gobernantes no la han tenido fácil. Y, en honor a la verdad, luego de mirar las acciones en otros países de Latino América, considero que por fortuna el Gobierno del presidente Iván Duque ha concentrado diligentemente su esfuerzo en la pandemia generada por el Covid-19 y ha conducido el país de la mejor forma posible.
Lamentablemente, la pandemia trajo consecuencias muy negativas: pérdida del empleo, cierre de empresas, la caída del Producto Interno Bruto (PIB). Para atender la tragedia no había una receta, nadie la ha encontrado, pero considero, como muchos, que para salir de ella es necesario el esfuerzo de todos. Bien dicen que la unión hace la fuerza.
Criticar es muy fácil, pero hacer y trabajar en equipo, requiere despojarse de egoísmos y como me dijo un joven empresario: “cuando el barco se hunde, las primeras que salen corriendo son las ratas”.
Yo me pregunto: si tienen mejores soluciones por qué no las dan. En vez de extenderse en discursos e insultos por las redes, y en eternos debates virtuales, pasen una contrapropuesta.
En ese contexto, como ciudadana, como periodista mi propuesta es atacar de frente y unidos la corrupción en el país. Éste robo le costó $50 billones a los colombianos en 2017, según la Contraloría General de la República (los datos recientes se los debo). Y está anunciada reforma tributaria que se presentará por estos días ante el Congreso, aspira a recoger la nada despreciable cifra de $25 billones. Como podemos ver si se contrarresta la corrupción. de frente, se haría mucho más. Y de paso, se les confisca lo robado, se les pone en la valla pública por ladrones de cuello blanco. Y, como si fuera poco, el Gobierno actual pasaría a la historia por ponerle “veneno y trampas políticas y sociales a esas ratas” que, durante años, han desangrado la estabilidad económica y social del país. Eso sí daría un verdadero cambio democrático.
También es hora de que cada colombiano, asuma su responsabilidad frente a este tema que desangra el presupuesto nacional destinado para la salud, la educación y el desarrollo social. Y ese cambio viene desde la decisión de votar a conciencia, no por unos pesos, el TLC (Tamales, Ladrillos y Cemento) un puesto, una conveniencia o interés individual. Quienes realmente me conocen saben, pero les diré que, en lo personal, he renunciado a mi trabajo, como Asesora Política, cuando vislumbro alguno de estos procesos. Es mi manera de contrarrestar la falta de ética para con un pueblo.
Considero que se debe pensar más allá de propios intereses para lograr contrarrestar los destrozos económicos y emocionales que el virus está dejando, y comenzar a construir un proyecto colectivo más equilibrado y respetuoso con el entorno.
Como a muchos de mis colegas, me sorprende, ver que los líderes globales, los de las grandes naciones desarrolladas, no hayan actuado en consonancia para buscar soluciones poderosas, que incluyan también a los países más pobres.
Con tristeza vemos que cada nación ha interpretado la pandemia a su manera. Incluso a nivel familiar, en muchos hogares ha primado el individualismo.
Considero que es necesario crear y creer en una causa común que conlleve a desarrollar políticas y acciones para salir adelante.
Pelean por otra Reforma Tributaria, señores peleen por la causa: la corrupción. Atáquenla, contrarréstenla y extermínenla, eso es lo que realmente está golpeando el bolsillo de los colombianos.
Los que sostienen y le dan dinámica a la economía son empresarios pequeños, medianos y grandes y en mi investigación noto que en verdad están cansados. Ellos han demostrado resiliencia, creatividad; se han reinventado para sostener nóminas y muchos han echado mano, y han perdido, incluso lo que por herencia les correspondía. Tal vez, por eso hoy muchos desean recoger e irse de Colombia.
Y es que tanto ellos, como el resto de colombianos, no podemos con más impuestos. Para prosperar se requiere competitividad, a través de la automatización, la transformación tecnológica y la expansión, temas que, en Colombia, no se encuentran.
Somos muy conscientes de la necesidad de nuevos recursos, especialmente para cerrar la brecha social. Y por eso, considero que debemos sumar acciones de forma inmediata, efectiva y empática. No es fácil, pero si es posible y necesario, si realmente queremos un progreso sostenible en Colombia, para volver a ser “el país de la alegría”.