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La corrupción lleva a la pobreza

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Por:  Lola Portela

No es la pandemia la razón de la pobreza en los países latinos.

No es la violencia, ni es la falta de educación, no es el sistema de salud diseñado para matar; no para sanar, pues hasta la muerte se convirtió en “negocio de pandemia”. Tampoco es el déficit público o la tasa de interés. El problema es la raíz, lo que realmente causa todo eso, que se revierte en pobreza absoluta. 

No valen las buenas intenciones de unos pocos, el galardón de héroes que se merecen algunos por no dejarse contagiar o untar la mano con dinero sucio; producto de la corrupción.

La corrupción, y la pobreza son temas que deben estar en la agenda política de todos los candidatos que inician carrera para alcanzar la meta de llegar al poder.

Limpiar el Estado colombiano, por ejemplo, sería maravilloso. Sacar a personas enraizadas o empotradas en cargos sólo para marcar tarjeta y tomar café a costillas del Estado, con los impuestos del que sí trabaja, debe ser la consigna. Por supuesto, hay muchos que hacen su trabajo bien, aunque les desanime el vecino “politiquero”.

Existen mecanismos de “evidencias” para que les paguen su sueldo, pero bien dicen que el papel aguanta todo, ¿quién verifica?, nadie. Y cuando lo hacen las “roscas internas”, esas corruptas, se encargan de pasarle factura, a ese funcionario o empleado, correcto, para destituirlo.

Con enorme pesar, debo decir que sé que, en varias UTL, nombran gente, por compromiso político, pero que del Congreso o Senado nada saben. Así mismo, conozco gente que le sirven a diestra y siniestra, porque solo les importa el dinero. Y, con ellos, nada pasa todavía.

La pregunta es ¿Quién investiga realmente la corrupción? Nadie, pues si no hay denuncia, no hay delito. Hay organismos de “control”, pero cuando surgen Procuradores o delegados de la Contraloría honestos, son silenciados con amenazas y hasta con la vida, muchos viven en el anonimato o, en el mejor de los casos, en un país lejano.

La corrupción en un país ya sea a pequeña, mediana y gran escala es el cáncer que infecta y lo contamina todo, hasta llegar a desangrar una nación.

Las Favelas en Río de Janeiro, Brasil, Las Comunas de Medellín o algunos barrios de Ciudad Bolívar en Bogotá, Colombia son el reflejo real y palpable de ese cáncer social. Repito no es la pobreza aquello que duele allí. Es la plata que se roban, a través de la corrupción.

Tampoco es porque el gobierno sea de izquierda o derecha. Corruptos hay en ambos mandos. La muestra vergonzosa, para los suyos, la tuvo Brasil con Lula da Silva, un presidente del Partido de los Trabajadores. Un hombre de origen humilde, un obrero metalúrgico y sindicalista.

Y para quienes no lo sepan o recuerdan Luis Ignacio da Silva es, tal cual, el nombre de pila del mismo que conocemos como Lula da Silva. Este señor fue también el gestor de las peores huelgas en Brasil en los 80, cuando era el presidente del sindicato de los obreros de la metalúrgica. Luego fue candidato a la presidencia por 3 veces, fallidas, y a la cuarta, en el 2002, logró la victoria. Y durante 8 años transformó el Brasil, a punta de reformas sociales.

Por supuesto, no desde lo correcto. Lula da Silva es el primer expresidente de Brasil y Latinoamérica en ser condenado por corrupción, claro hoy está en libertad. Les recuerdo que su perla fue el escándalo de corrupción de Petrobras, (Operación “Lavado de Autos”) que se llamó así, porque fue en un sitio de lavado de carros donde se descubrió que se realizaban las maniobras de lavado de dinero.

En Latinoamérica, ésta es considerada la mayor investigación de corrupción y, contra viento y marea, la realizó la Policía Federal de Brasil, ese organismo descubrió el movimiento ilícito de 2.640 millones de dólares.

Aquel presidente de origen humilde, que para muchos era bonachón con el pueblo, con sus amigos logró salpicar su corrupción hasta más de 30 países, alcanzando presidentes, funcionarios, bancos y empresarios del exterior.

Podemos entonces decir que, si por allá llueve, por acá no escampa. Y en los techos de cartón la lluvia, como la pobreza no es mágica, mucho menos romántica, peor aún en medio de una Pandemia, donde también fluye la corrupción, tanto como la muerte.