Por: Lola Portela
Aunque “bueno o malo” todo muerto duele, así únicamente lo lloren sus dolientes. Por eso el caso de Javier Ordóñez merece respeto, al menos por sus familiares.
Y las investigaciones respectivas apuntan hacia 2 personas que no merecen llamarse policías, ni pertenecer a una institución que valoramos muchos. Por fortuna, son más los policías buenos que conozco que los que dan vergüenza, y aquí dejo el tema, pues también sé que esto le duele a muchos.
A través de estas líneas seré precisa: no estoy de acuerdo con la manipulación, distracción o enfoque que pretenden darle algunos medios al decir que los colombianos “protestan por justicia”.
Queridos lectores hagan memoria, las marchas vienen desde el año pasado. ¿Acaso lo olvidaron? Esta es una mecha social con chispita propia encendida. Y no precisamente es por un descontento social, como dicen algunos, ni se está poniendo a prueba a ningún líder. Aunque en este desmadre no falta quien esté haciendo campaña estando aún en su cargo, pues esto es un tema con mucho tinte político.
El mundo, no sólo Colombia, pasa por momentos muy difíciles, y que por lo mismo nos obliga a ser más ágiles, y en medio de ese río revuelto que se formó, al director de la Policía colombiana le faltó prontitud en sus respuestas, al General lo vi muy mal asesorado y si fue su decisión debo decirle que se equivocó. Es increíble que citara para rueda de prensa al día siguiente, eso sí temprano. Mientras las protestas ya hervían. Y requerían acción. Ni siquiera en relaciones personales, más aún en las institucionales, no se deben reconocer los errores tiempo después, sino de inmediato.
Sin olvidar que veníamos de una estricta cuarentena y esa multitud enardecida será una línea primaria de contagio para muchos.
Además, es tan poco creíble que de la silenciosa soledad pandémica se llegara “tan repente” al sonoro grito de indignación ciudadana, a las barricadas incendiarias, a la brutalidad destructora y hasta a la muerte violenta.
Considero que el video que registró, el flagrante abuso de la fuerza de dos policías que asesinaron a Javier Ordóñez, fue como el “Florero de Llorente” para que se destapara esa ‘presión social’ retenida desde el año pasado.
¿Creen ustedes que detrás de esto no hay manos oscuras? En lo personal considero que son hechos muy bien planeados y premeditados para que en, solo 48 horas, las bien organizadas protestas dejaran: 13 muertos, 66 heridos con armas de fuego, casi 200 policías heridos, disturbios en doce ciudades, más de 60 CAI destruidos, 206 buses de TransMilenio vandalizados y cientos de establecimientos de comercio destruidos, como si la crisis económica no fuera suficiente para los dueños de esos negocios. Y todo junto duele mucho.
Esto no es solo furia social, sin duda hay una bien organizada violencia urbana que ya tenía todo listo, porque venía con antecedentes desde el que llamaré “noviembre negro del 2019”. Decir que estas protestas son diferentes es suponer que Colombia no tiene memoria reciente.
La verdad estamos frente a vándalos profesionales, capacitados y bien entrenados en dejar el caos en ciudades y municipios. Uno que otro, tal vez, es un incauto y ‘pacífico’ indignado, pero la mezcla mayoritaria es con milicias urbanas del ELN, miembros de las disidencias de las Farc, más pandillas barriales y además los delincuentes a quienes el Covid 19 les detuvo, un poco, para hacer de las suyas.
La pregunta es ¿debemos esperar a que nos comprueben qué tan poderosos son los tentáculos de las organizaciones criminales que están detrás de esta violencia urbana organizada? ¿Dónde están las voces de los tales líderes electos y no electos para que llamen a la cordura?
¿A los políticos les importa realmente la estabilidad del país? ¿Será que están alistando maletas para asegurarse, o tal vez siguen encerrados en sus mansiones y fincas por el Covid?
¿Acaso no ha sido suficiente el miedo colectivo y el efecto pesimista frente a la economía que produjo en muchos la Pandemia?
No es hora de “pañitos de agua tibia”, si bien es cierto que unos miembros de la policía y el ejército la han embarrado, “con olor a mierda y todo”. Son instituciones que deben ponerse en el lugar que les corresponde, por supuesto respaldados por su Comandante Máximo, para eso está la legalidad.
Me preocupa y la verdad no me extrañaría ver, como en otros países, a esa otra población enardecida defendiéndose o juntándose con las fuerzas armadas del país para defenderse. A esto último le temo, porque veo, siento un país cada vez más polarizado y con rabia de impunidad contenida. Triste realidad, por primera vez, siento mucha gente sin esperanza de vivir en paz y armonía en Colombia. Y lo peor: con ganas de defenderse.
Nada más delicado para una sociedad que deslegitimar a quienes pueden poner el orden. Y si analizamos los hechos esa es la verdadera estrategia de guerra, por supuesto, para cambiar el bando que gobernaría próximamente a Colombia.