Por: Elkin Raúl Coronell Cadena
La vi venir con su andar ligero, la mirada característica de sus ojos claros cuando quería conseguir algo, un cigarrillo sin prender en su mano izquierda y la sonrisa asomando en su rostro. Con su acostumbrada franqueza me dijo lo que pretendía, sin rodeos.
– Ovejo… La otra semana es la cumbre de gobernadores en Yopal – Casanare, y quiero aprovechar el viaje para hacer una nota diferente, ¿Sabe de algo por esos lados?
– Pero claro, le respondí mientras me levantaba de la silla sintiendo un corrientazo de recuerdos.
La historia la conocía porque la había escuchado tantas veces hasta tenerla grabada en mi cabeza. El municipio de Támara – Casanare- manejaba su propia moneda y solo tenía valor allí, en el único municipio cafetero que quedaba en los Llanos de Colombia.
Le conté todo lo que sabía y su respuesta fue inmediata.
– Listo, hago el plan de producción y voy a solicitar que usted nos acompañe ovejito.
Así fue. A Óscar Ritoré, jefe de producción del noticiero, se le hizo extraño esa petición, pues para esos días estaba asignado como asistente del camarógrafo Jairo Guzmán y a él no le correspondía el viaje, pero igual la aprobó.
Los cuchicheos, comentarios e hipótesis no se hicieron esperar ante una pregunta que rodaba de boca en boca y se colaba por las salas de edición, cámaras y redacción. ¿Por qué Patricia Uribe, periodista con toda la experiencia del mundo, quería que un peladito de unos 20 años la acompañara a ese viaje de casi seis días?
De un amor furtivo no nos bajaron, todo eso lo supe después.
En un vuelo Bogotá – Yopal coincidimos con varios camarógrafos, periodistas y reporteros gráficos, el viaje fue una sola mamadera de gallo, los chistes y el humor negro que casi todos compartíamos, hicieron de este viaje un recuerdo inolvidable.
El viejo aeropuerto El Alcaraván nos recibió con el calor de las 11 de la mañana, abordamos una buseta dispuesta por la organización, las risas y los vainazos no paraban, hasta que la directora de logística de la cumbre de gobernadores, una mujer huesuda vestida de azul oscuro, pelo corto, hablar desafinado, con la cara y el genio de un limón cortó el ambiente con sus palabras.
– Este es el vehículo dispuesto para que se transporten los de prensa. Los van a llevar a los hoteles donde se van a hospedar… Entenderán que este es un evento de suma importancia y esperamos de ustedes toda la seriedad.
Un breve silencio mientras se bajaba este ser con características sombrías típicas de la familia Adams, milésimas de segundos después como si se tratara de una caricatura las carcajadas hicieron mover la buseta. Esta señora no tenía ni idea con quienes estaba tratando.
Los días siguientes fueron rutinarios sin la adrenalina propia de este maravilloso oficio que es el periodismo. Pero una tarde al terminar un almuerzo comenzaron las bromas pesadas.
El asistente de Luis Eduardo “Orejas” Calderón, camarógrafo de TV Hoy, descuidó por unos minutos el maletín donde llevaba pilas, casetes y demás. El olvido fue aprovechado por todos los comensales de las mesas cercanas, cada quien hacía su aporte.
Salimos en grupo, en la puerta estaba la grisácea presencia de la encargada de la logística, una voz desde el fondo gritó:
– Es mejor que revisen bien todas las maletas, con esta gente no se sabe.
Era la voz de uno de los del combo de prensa que nunca pude identificar.
El personaje de marras que ya nos tenía entre ojos empezó a inspeccionar uno a uno los maletines y demás, no encontró nada hasta que llegó al que había sido descuidado.
Como si se tratara de la maleta de Félix El Gato, famosa caricatura de principios de 1900, empezaron a salir tenedores, cuchillos, cucharas, servilletas, platos y vasos… el pobre hombre palidecía, el agrio rostro del personaje de logística se enrojecía y el resto no podíamos de la risa.
El turno de la siguiente chanza me correspondió tan solo media hora después. Mario “El Master” Castillo solicitó que la buseta se detuviera para hacer unas imágenes de apoyo.
– Rápido ovejo, páseme el trípode.
Lo había puesto en el piso entre mis pies y empecé a halarlo, pero no se movía, me arrodillé para ver si estaba trabado con algo mientras seguí halando con más fuerza, pero nada, ni se sacudía, entonces todos soltaron la risa; pude ver que lo habían amarrado con triple nudo ciego. Del chaleco saqué una navaja suiza, cuando terminé cortar la cabuya con la que estaba amarrado fue tarde, ya Mario se había subido al bus mientras las burlas seguían.
La noche de ese día me tenía preparado un encuentro que jamás olvidaré. La figura de una mujer bajita, delgada, elegante y arrolladora se vio venir hasta llegar al lado de la mesa en donde estábamos, preguntó si no estaba ocupado un puesto que sobraba y allí se sentó a acompañarnos. El colorcito melado de su piel y la fuerza de su voz la hacían aún más interesante, al sentarse se presentó.
– Hola, Soy Amparo Acuña Callejas, soy periodista de Yopal.
Ahí comenzó una charla que se alargó hasta la madrugada, y una amistad hasta estos días, cada vez que tenemos la oportunidad de vernos actualizamos el cuaderno. Amparo nos presentó al alcalde de Támara, quien también se encontraba en el lugar, era el pueblo al que debíamos ir al terminar la cumbre de gobernadores para hacer la historia de su papel moneda.
Lo que siguió fue capricho a primera vista, pues el burgomaestre quedó impactado con Patricia Uribe y se pasó los días siguientes dejando ver su interés por nuestra periodista. Mario y yo aprovechábamos la situación para pedir a nombre de ese amor imposible, todas las viandas y bebidas que se nos antojara… Pagaba el alcalde.
A la mañana siguiente, muy temprano, debíamos hacer una entrevista que solicitaron a última hora desde Bogotá. Llegamos hasta donde estaban desayunando los gobernadores y nos recibió la agría figura de la jefe de logística con estas palabras:
– Aquí no hay desayuno para ustedes.
La respuesta de Mario es el mejor ejemplo de su repentismo, toda una impronta.
– Usted no se preocupe que nosotros desayunamos ayer.
Se quedó más pálida y sin palabras mientras nos vio pasar. Hicimos la entrevista y nos fuimos a enviar el material.
Esa tarde no había nada programado y decidimos descansar. Opté por tomar el fresco en la recepción del hotel, Mario me advirtió de estar pendiente si necesitábamos salir de afán.
Unos 45 minutos después escuché el grito:
– Ovejo…!!! Nos vamos.
Vi la puerta de la habitación entre abierta, la empujé, de la parte alta me cayó una mini pirámide de cajas de casetes… las risotadas de Mario y Patricia no pararon durante varios minutos, el ataque de risa también me invadió y así seguimos un buen rato.
Como los burros se buscan para rascarse, la última noche el foforro de los periodistas fue como siempre, con todas las de la ley. No importaba que al otro día debíamos estar en Támara grabando, había que disfrutar la vida.
Un campero UAZ dispuesto por el pretendiente de Patricia nos esperaba en la puerta del hotel a las 6:00 a.m. Solo Mario se despertó a tiempo y para sacarnos de los brazos de Morfeo optó por lanzar contra el piso una caja de herramientas. Con tremendo susto nos despertó… Por fortuna no sufríamos del corazón.
El camino de Yopal a Támara fue algo tortuoso y monótono. Finalmente llegamos luego de casi cuatro horas y con un color amarillento de tanto llevar polvo del camino.
El alcalde en su papel de Romeo nos dio un tour por el pueblo, hasta nos llevó a visitar un colegio internado de mujeres. Después empezamos nuestro trabajo entrevistando a varias personas del pueblo quienes nos empezaron a contar del papel moneda que solo tenía valor en ese lugar.
Así supimos que el nombre dado fue el Bono Cafetero, que empezó a circular en el año de 1973 por idea del señor Jorge González, y que en su momento fue avalado por el Banco de la República.
La idea nació por el poco efectivo que se manejaba en el comercio interno del municipio, solo tenía valor dentro del pueblo y sus veredas, y el valor era el mismo del peso colombiano. Una vez empezó a circular este bono la comercialización floreció en Támara y sus famosos cultivos de café rindieron mejores dividendos a la región, todo fue prosperidad.
Contaba con el respaldo de la entonces poderosa Cooperativa de Caficultores, la misma que se encargó de darle una buena calidad de vida a los tamareños… Pudimos ver billetes de uno, dos, cinco y diez pesos.
La gente se acostumbró a cambiar los pesos colombianos al llegar al pueblo y pagar solo con bonos cafeteros, los mismos que eran cambiados cuando iban a salir del municipio.
La guerra todo lo daña y Támara con su papel moneda no fue la excepción. En la década de los ochenta la guerrilla amenazaba con tomarse el pueblo, fue entonces cuando el patriarca de la región, en el mejor sentido de la palabra, viendo que la paz se podría acabar en cualquier momento, tuvo que aceptar, en contra de sus principios, el chantaje que le hacía el frente guerrillero que operaba entre Casanare y Arauca.
Nos contaban sus habitantes que mensualmente Don Jorge debía enviar un dinero… Era el precio de la paz y la tranquilidad. Así fue durante varios años hasta que al parecer la persona con la que enviaron la vacuna se desapareció lo que fue tomado como una afrenta por la guerrilla.
Varios pobladores nos aseguraron que Don Jorge González cayó bajo las balas de la injusticia, y desde entonces nada fue igual. Un triste y repetido final en nuestro país.
Eran casi las 3:00 p.m. y debíamos regresar a Yopal. Sin embargo, “Romeo” alcalde no se iba a dar por vencido en sus pretensiones con Patricia. En una tienda esquinera nos esperaba con una cerveza fría y la invitación a pasar la noche en su finca…. Mario nuevamente lanzó el salvavidas mientras se tomaba un sorbo de Bavaria.
– Alcalde, nosotros nos quedamos, pero Elkin y yo pasamos la noche en el internado de mujeres.
En silencio terminó de tomarse su cerveza y dijo.
– Yo creo que lo mejor es que se vayan ya para que no los coja la noche en la carretera. – Murió el romance.
Cinco minutos después estábamos nuevamente montados en el UAZ para enfrentarnos a otras cuatro horas de camino. No podíamos de la risa con la propuesta de Mario.
Con las sombras de la noche llegamos al hotel a descansar. Mientras Mario tomaba una ducha fui hasta la recepción y le dije al encargado que en unos 15 minutos llamara a nuestra habitación y dijera que necesitaban al señor Castillo, pues necesitábamos un tiempo para darle una sorpresa de cumpleaños a nuestro camarógrafo. Así lo hizo.
Mario salió y al darse cuenta del engaño pensó inmediatamente que lo queríamos sacar de la habitación, se imaginó que Patricia y yo queríamos estar solos. – Seguro se van a dar su despedida, está confirmada la teoría del affaire de la periodista y el asistente. Eso pensaba.
Decidió quedarse en recepción un tiempo prudente, mientras tanto con Patricia nos apurábamos para darle cumplimiento a lo que habíamos planeado durante todo el día.
Unos 40 minutos después Mario golpeó decentemente a la puerta y entró con cara de lo sé todo.
Patricia leía un libro mientras yo estaba en la ducha. La malicia del Master era evidente y para llamar aún más la atención, se dejó caer de espalda fuertemente en la cama… CATAPLUM… Al escuchar el golpe salí vestido del baño y vi a Mario como una tortuga patas arriba intentando salir del fondo de la cama. No parábamos de reír.
A Mario le tocó poner nuevamente las tablas de la cama que habíamos escondido en el baño, él solo se carcajeaba y nos recordaba constantemente a nuestras progenitoras… La venganza fue perfecta.