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Memorias de una tragedia anunciada

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Elkin Raúl Coronell Cadena

Todos lo sabían, había dejado de ser un rumor para convertirse en una noticia que preocupaba a los habitantes del Departamento de Meta, la incertidumbre se sentía en la tranquilidad de los días, sobre todo en Villavicencio. Viajar a Bogotá se había convertido en algo así como el juego de la ruleta rusa.

La tragedia la anunciaban no solo los expertos ingenieros, también la sabiduría de la naturaleza lo advertía casi a diario con constantes derrumbes de diferente magnitud. Así me lo contaba mi padre.

Horas antes del fatídico viernes 28 de junio de 1974, el entonces ministro de Obras Públicas Argelino Durán Quintero, había visitado el lugar que inmortalizaría en un poema el maestro Manuel Orozco. El ministro llegaba en helicóptero. A su paso les aseguraba a los habitantes del sector y a viajeros atascados en interminables trancones de hasta dos días, que la situación estaba controlada y no había riesgo alguno. Nada más alejado de la realidad… La verdad sería descubierta con un saldo no determinado de muertos. Eso me dijo el periodista Guillermo Rico en una de esas tantas charlas entre colegas.

El momento de la tragedia

Parecía como si todos siguieran el libreto de una película de terror con un final nunca imaginado. La interminable cola de carros estacionados en los extremos del lugar llamado Quebrada Blanca se contaba por centenares. Los viajeros llevaban más de 48 horas esperando que dieran paso y la paciencia ya no era una opción.

En el lugar había vendedores de fritanga, pasajeros de buses, conductores de camiones cargados de reses, porcinos, gallinas, trabajadores del Distrito 13 de Carreteras, viajeros frecuentes en sus carros, policías, lugareños y familias enteras.

Para ese momento, una fatídica mixtura de casualidades se fue creando; en la parte alta de la montaña los ingenieros comprendieron la magnitud de lo que podía pasar. Dieron aviso para que evacuaran lo antes posible, pero nadie creía. Pues minutos antes una delegación de Baloncesto del Meta que viajaba rumbo a Pereira con un permiso especial fue autorizada para pasar, eso acabó con la paciencia de varios conductores que encendieron sus vehículos y se fueron siguiendo el bus.

Un carro de los desobedientes se varó y debido a lo estrecho del lugar habilitado para pasar, no hubo como dar vuelta atrás para el resto de vehículos. Las autoridades con gritos desesperados, intentaban convencer a las personas para que corrieran por sus vidas. Cómo siempre, pocos acataron el llamado y descargaron su inconformismo con insultos contra la policía… Y lo que tenía que pasar sucedió.

Dicen que lo primero que se sintió, fue el rugir de la tierra partiéndose en dos lanzando una especie de grito aterrador, segundos después, vino el bombazo de aire que lanzó buses, carros y personas por los aires, a algunos los salvó y a otros se los llevó para siempre. Se veían volar como papelitos.

El alud se llevó todo a su paso. Las labores de rescate se dieron de inmediato por parte de los sobrevivientes a pesar del temor latente en el ambiente, salvaron a los que más pudieron. Una vez más el hombre tenía que entender, de la manera más cruel, que jamás podrá hacer nada contra la fuerza de la naturaleza.

Los cuerpos sin vida fueron llevados a las instalaciones del hoy demolido Coliseo Los Conquistadores de Villavicencio para su identificación. Unos hablan de 300 y otros de 500 muertos. La cifra exacta nunca pudo ser calculada, muchos cuerpos jamás fueron recuperados… El lugar de la avalancha debió ser declarado Campo Santo.

Periódico El Espectador del 30 de junio de 1974

Tiempo después, se conoció que el Gobierno Nacional en Cabeza de Misael Pastrana Borrero tomó la decisión de no cerrar la vía, porque estaban a pocos días de entregar el gobierno al liberal Alfonso López Michelsen; y entregar una vía nacional cerrada podría ser usada en su contra. Como siempre los egos políticos por encima de los colombianos… Nada ha cambiado.

El desabastecimiento

Días después empezaron a escasear algunos alimentos tanto en Bogotá como en la capital de Meta, además, las necesidades de cientos de viajeros empezaban a incrementar la zozobra, fue entonces cuando mi padre Raúl Alfonso Coronell Mancipe, empezó a realizar vuelos chárter Villavicencio – Bogotá – Villavicencio para prestar el servicio de transporte aéreo y ayudar a mitigar un poco la crítica situación que se presentaba.

Los vuelos se hacían en los ruidosos aviones de fabricación Británica Handley-Page Herald de La Urraca, empresa de aviación que había comprado parte de la flotilla de Avianca cuando se fue de los llanos. La buena amistad y el valor de la palabra de los llaneros de esos tiempos, hizo que se lograra un arreglo entre mi padre y Álvaro Henao Jaramillo propietario de la empresa llanera.

Avión HK 175 Handley-Page Herald de La Urraca. Foto de Jaime Escobar

Todos los días los vuelos salían desde el Aeropuerto Vanguardia en Villavicencio con destino a El Dorado en Bogotá, en las manos de los capitanes Luquerna, “El Gago” Mesa y el capitán Deyerlé. Se transportaban decenas de pasajeros y cientos de kilos de carga. Desde el Llano carne, yuca y plátano; en los vuelos de regreso nuevamente pasajeros y todo tipo de legumbres. Todo me lo decía mi padre con esa voz fuerte y llena de autoridad que lo identificaba.

La iniciativa, que en su momento calificaron de quijotesca, ayudó a mitigar el desabastecimiento tanto en la capital de país como en la puerta del Llano. La ayuda estatal se quedó en lo de siempre.

Invariablemente la aviación ayudando al Llano. Los vuelos se suspendieron una vez fue habilitada nuevamente la vía, pero el luto producto de la negligencia quedó marcado para siempre en la región.

Tiempo después como si se tratará de un chiste de mal gusto, en el año 2001, el entonces presidente de Colombia Andrés Pastrana Arango, hijo de Misael Pastrana, tomó la iniciativa de Bautizar con los nombres de Argelino Durán Quintero el túnel de El Boquerón en la salida de Bogotá al Llano, y el túnel de Buenavista, entrando a Villavicencio con el nombre de Pastrana Borrero, su padre.

Al interior de INVIAS, se conoció que de presidencia habían dado la orden de cubrir la espalda del mandatario, para que la opinión pública no supiera que era idea y capricho de Andrés Pastrana… Y así quedaron, con los nombres de quienes tuvieron gran culpa en una de las peores tragedias en tierras colombianas.

Toda una ofensa para las víctimas.